miércoles, 31 de diciembre de 2008

Paseos de calle

Hace frío. Lo se porque lloran los cristales al otro lado, porque el péndulo lunar escancia el tiempo con pausa, y porque los pájaros se funden con las ramas del viejo madroño languidecido. También lo veo en las figuritas efímeras que dibujan los niños con sus respiración mientras ríen asombrados, y en mi, en mi propio caminar tembloroso y encojido sobre mi soledad. Paseo como de costumbre con nocturnidad en ciernes y sosegada cadencia, mientras bebo de las fuentes que chorrean del manantial de la vida. En cada losa que pierde su virginidad tras mis pasos brota una historia ávida de ser conocida, y merecidamente envasada en tarros que puedan transportarse a libros que leer. Sin duda hay páginas de relatos apoltronadas en las esquinas, plantados en las huellas de los pasos, humedeciendo los cartones a la puerta de alguna expendeduría. Poemas esconde el mundo, pero pocos los saben leer, relatos ofrece la casualidad pero pocos se han de contar.
Meditaba al paso paradigmas inventados, teorías sin sustento y falacias varias de esas que adornan la realidad cuando me sorprendió una mirada que no esperaba. Estoy acostumbrado a observar, y a veces, me ruboriza el descaro con que lo hago inmerso en mi quietud mientras lo pienso. Pero me resulta casi ofensivo cuando soy el blanco del objetivo pupiloso de algún cazador de vidas.
Cuando un iris retrata lo hace con el suficiente nervio como para ser descubierto y hallado en la infragancia de su delito. Del mismo modo sucede que duele la presión ocular sobre la piel, que penetra en ella observado la crudeza descarada de quien lo hace. Pero en esta ocasión, me sentía casi cómodo, diría que incluso ruborizado. Una ojeada me bastó para entenderlo todo.
Es común aquello de la conexión, pero sentirlo perdura en el epitelio y cada vez que silva el viento matutino siento sus ojos sobre mis brazos que repelen la angustia en una erección de bello que me electriza. Y es que aquella noche me bastó una mirada para dar por satisfecho mi paseo. De ojos verde desconchado, con una chaqueta azul querosenada, un pantalón de pana provenzal y unos ojos prestados por la soledad emergía Chris. Harapiento, desconjuntado, sin fuerzas para levantar la mirada, sin ganas de hacerlo, hastiado de promesas infundadas y cuentos de navidad que regalan cantos de sirenas que mueren bajo el mar.
Algo no funciona, pero tengo la sensación de que hemos conectado, estamos de acuerdo en todo, en la miseria, en la opulencia, y en la virtud de lo mediocre que estamos pensando. Asentir parecía lo más inimaginable sin mediar palabra, pero lo hicimos. Su vida, como la mía, no tienen porque ser tan diferentes, solo depende de coincidencias que en algún momento no coincidieron. En aquella, si lo hicieron nuestras miradas, se que me entendió, nos entendimos. A mi también me duelen las falacias, los teatrillos inventados por marionetas de papel, las películas de guión anticipado. Leí tus ojos, y me fui feliz para casa, con los mios, con apuntes de tus ojos sobre mi cajón de cosas importantes, junto al de necedades, pero lo cerré bien para que no se mezclasen los recursos. Valió la pena salir a pasear, como siempre. Bendito paseo de calle.

martes, 23 de diciembre de 2008

¿Cómo dice?

- ¡Hola!
- ¡Buenos días!
- Yo voy al cuarto, ¿usted?
- Yo al segundo, gracias.
(...)
¡Ea, ya estamos aquí! pues nada, hasta luego...y Feliz Navidad.
Fueron dos pisos subiendo que se hicieron eternos en mi memoria, millones de segundos en los que no dejaba de pensar en esa coletilla tediosa que había quedado clavada en las paredes del ascensor como una caricia complaciente ante el vacío de un adios. Feliz Navidad. Feliz, de felicidad supongo, de alegría, de satisfacción, de gusto, de suerte. Y Navidad de natividad, de nacimiento, de la edad de una persona. Excelente, una prosa cautivadora, magistral, un relato breve pero lleno de sentimientos. Y me preguntaba, que noble sentimiento no invadirá a ese hombre que no he visto en mi vida para desearme tanto bien. Le habré caido en gracia, habrán sido tan intensos esos trece segundos en aquel habitáculo cuadrangular que habrá pensado que debo ser un buen tipo. Cómo si no iba a desearme tantas cosas buenas de golpe. Yo estaba afanado en descubrir tras sus huellas que oficio se escondía en aquel traje negro y camisa rosa ataviada con corbata de tonos celestes y bonitos gemelos dorados, cuando me sorprendió con aquel epílogo. Puede que quisiera agradecerme tanto interés en su vida con aquel maravilloso deseo. No podía olvidarme de su cara, de aquella risa maquillada en un rostro destrozado por el paso de las horas, sus ojos profundos hundidos bajo los párpados que como telones de acero se ceñían sobre las inmensas ojeras que perfilaban la esferidad de las pupilas castigadas por una luz artificial hiriente. Y cuando esperaba oir un amasijo de palabras de las que apuntan los diccionarios de mano en su apartado de despedidas, encontré aquellos dos vocablos unidos.
Al salir a la calle lo vi escrito en las paredes, colgado de los árboles, en los balcones junto a dóciles cervatillos y un hombre de baja estatura, anchote y vestido con una bata roja con cara de recién levantado, en cordeles con luces que formaban el sustantivo adjetivado. Todo el mundo lo repetía una y otra vez, a conocidos y a extraños, a indigentes que miraban por primera vez y lo hacían con cara compasiva.
Iba a comprar el pan, llevaba casi lo justo, pero me tuvo que dar algo de vuelta, al tomarlo me despedí, y casi sin control lingual, ni bucal, ni fonológico, ni se yo que más, me escuché con asombro: ¡Feliz Navidad!, lo había dicho, lo había lanzado, esa coletilla tediosa había quedado clavada en las paredes de aquella panadería. Y el buen hombre condescendiente correspondió: Igualmente. Igual de feliz para mi supongo, igual de Navidad para mi, tan feliz como la tuya, que lindo sentimiento, seguro que el panadero pensará todos estos días en mi, en si soy feliz, si tengo algún problema que no me deja dormir, si mi familia se encuentra bien. Vi su mirada, estaba completamente comprometido con mi felicidad. Yo me marché pensando en él, en su mujer, en sus hijos, en... no se que más, no se si comerá con su suegra o si está divorciado, si pasará las navidades en un hospital o entre familiares y amigos, si será muy feliz, o si llorará a un ser querido. Ahora me siento mal, tal vez debí pensarlo antes de decirlo, quizás no debí decírselo nunca, no lo conozco lo suficiente. no conocía ni lo que deseaba, caí.
No se si caer, o rodar con la inercia melancólica que nos invade, o marcharme corriendo sin termianar la entrada, pero no penseis que lo hago sin más, solo quiero que seais felices, ahora en navidad y siempre, porque vuestra felicidad es gran parte de la mia. Feliz Navidad y Feliz vida amigos.

sábado, 20 de diciembre de 2008

Volver

Se rompe la tarde en mil pedazos, el cielo, lienzo impoluto de azules combinado, deja de ser un horizonte claro en el que mirarse.
Llevo el coche más cargado que de costumbre, la maleta abulta, y en cada curva parece que no voy solo, que vuelvo con más de lo que vine.
Hoy han empezado mis vacaciones, y elegí esta tarde de viernes para volver a casa porque no me gusta esperar, y porque conducir de noche, te hace ver luces, quizás el único momento en el que lo vea todo tan claro como añoro.
De nuevo de vuelta...

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Mi pequeño paraiso

Cuando atardece no lo hace sobre ti, ni sobre tu dorada plenitud, ni tan siquiera sobre tu ocaso. Cuando atardece mece tu luz la caracola que mansa llega a las manos de la guitarra. Aquella que rasga en la arena humedecida estrofas de sal que dibujan tu nombre al chasquido de su rotura. Cuando atardece solo el alarido inconformista de las gaviotas que elevan el telón despierta la noche.

Anaranjada, con tu piel enrojecida de un sol quebradizo que moribundo escapa de tu mirada, somnolienta. Fresca como el aroma de tu puerto y fría como la exhalación de un vagabundo junto a las redes andrajosas.

Cuando atardece con la cobriza insistencia de cada día, se riegan tus calles de silencio, se escuchan las voces del mar, el eco de las gargantas de mis marineros, redobla el cabo de la mayor en el mástil a quien no puede izar el amor por golpes de aquel destino.

Cuando atardece en cada palmo de tu isla, caprichosa y sagaz toman forma las mañanas, ablanda su alcoba la luna, que descansa cada noche, en tus brazos mi Isla Cristina.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Travesias

Por fin llegas, vacilante e inquieta, serena en tu frágil navío. Oteaba el horizonte buscándote sin hallar una ola submarina que escribiera los poemas que tu vienes a narrar. Espumosa, y volteando el océano a tus pies, insolente y caprichosa, dando sorbos salobres hasta morir en la orilla arenosa de la humanidad.
Mirándote bien no se por qué pasé tantas horas esperándote, vidrio gélido de profundidades, cajón roto de verdades que escaparon en corrientes de alta mar. Pero sabes, baúl acristalado de sueños que navegan sin rumbo, que ansío tu llegada como el ojo persigue la esquina para ver el más allá. Húmedo y empapado de tinta aferrada al papiro me ha llegado tu mensaje, tardó mas de lo que esperaba, decía menos de lo que ansiaba, pero me bastó. Ahora se tanto de ti como tú, tanto de mi como el mar, tanto de nosotros como queríamos saber. Quise responderte, pero el mar no me dijo tu dirección, aún sabiendo la mía.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Necedades

Traigo rota la inspiración en pedazos de folio blanco con membrete universitario y aún así tenía ganas de entrar en el paraíso a...volver. Lo echaba tanto de menos como todo el día de hoy, de prisas, de silencios mios, de vacíos bibliotecarios, de facultad, de extraños ecos afanados en acompañar mi unidad. Comía como hace tiempo, solo en alguna mesa de aquel extenso comedor de plato frío en bandeja, y como siempre que tengo la oportunidad me dediqué el momento para observar cuanto acontecía. Es uno de los placeres de la vida, reflexionar con uno mismo, comparar, y morir de la risa interior que te cosquillea hasta que te sonroja imaginando el "yo", en la diana de al ironía. Es un acto tan social y poco valorado que el hecho de comer se frivoliza a golpe de prisa sin detenerse en todo lo que conlleva. Prometo continuar, me ahoga el tiempo y no quiero desbaratar los procesos.

domingo, 30 de noviembre de 2008

Nieve

Me gusta llevar siempre las llaves encima por si puedo entrar, al menos un rato, a sentarme en la sala y escribir. Derrochar sentidos bajo una candela que me alumbre, que me sosiegue que me detenga en la parada fría de esta vida que corre sin sostén. Recordaba las palabras de Gata, cuando me decía aquello de las carreras del tiempo, y es que apenas hay tiempo para lo que verdaderamente lo necesita. Me asomé a al ventana a eso de las diez, cuando terminé de luchar con el frío de mis sábanas y me atrapó la luz de aquel ventanal enorme que da a la plaza, a la esférica llanura que congrega a propios y extraños. Caían del cielo lazos blancos, copos de tiempo que se desplomaban insensibles sobre el asfalto helado del mercado. Recordé entonces todo lo que corremos para llegar a nada, el tiempo que empleamos en cosas inútiles y el que perdemos en cosas que creemos importantes. Veía nevar y pasaban por mi memoria miles de recuerdos otoñales, primaverales, estampas navideñas y vanalidades de la época. Quiero atrapar un copo y preguntarle si el tiempo le agobia para llegar a su destino. Cuando llegue no se parecerá en nada al que se engendró en aquellas alturas, cuando pase un tiempo será aún menos reconocible, y con las horas ya nadie dirá ni tan siquiera que estuvo allí. Vaya vida copo, pero no es muy diferente a la de todos nosotros, cuan identificado me siento contigo. Me prometo no correr, ni pasar el tiempo sin vivirlo, te prometo a ti, que vi como caías y te fundías en mis manos que nada será importante si de verdad no lo merece, que cada segundo de vida que dedique a quién lo haga, a qué lo dedique, será merecido. ¡Bendito Invierno!

domingo, 23 de noviembre de 2008

¡Espera!

Idas y venidas sin perderse en el camino. Ese es el reto que por ahora me he impuesto. No perderme, ni a mi ni al tiempo que me deja vivir, o más bien en el que vivo. Y es que tengo la sensación de llegar tarde a cada momento de mi vida. Esto empieza a correr tan rápido que no se si me hacen falta unas vacaciones o tomarme las prisas con mas pausas, o tal vez detener los pasos cuando mis pies anden sin que nadie los mande. Ni tan siquiera he tenido espacio para leer a gusto como me apasiona, de rebuscar en los rincones novelas encorsetadas, de desenrollar pergaminos con tintes de vida, de humanizarme con vidas paralelas. Me agota esto de no sentirte tuyo, de no poder parar el tiempo. Estoy cansado de ver amaneceres que anochecen antes de nacer. Quería volver a escribir algo con pausa, de abrir mi paraíso más a menudo para contaros retales que pienso e intento escribir para compartir. Hoy lo veo todo como si incrustara los ojos en las cristaleras del ave e intentara fijarme en el último punto de color negro que veo tras el cristal. Es desastroso. Tengo que parar la máquina o terminará por arrojar tornillos a lo loco, por destripar las paredes a chorros de tinta negra. Quiero que se detenga un poco todo para tomar ventaja. El caso es que necesito más tiempo del que tengo y eso, además de egoísta es inapropiado e imposible. Lo dicho, que intentaré volver con algo de pausa al paraíso o terminaré por hacer horas los segundos por más que la esfera quiera parecerse a quien no sabe. ¿Es que solo tengo yo prisas? si a mi la vida me va bien con sus pausas, su cadencia que sin ser tediosa tiene un compás que le da sabor, pero es que se acortan las horas a un ritmo que me preocupa. Será cuestión de seguir buscando huecos en la piel perforada de la vida.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Bienvenidos...

Esto de las bienvenidas no es algo que me llene porque suena a frase hecha, y como casi todo lo que está elaborado antes de hablarlo suena a gélido cantar de frailes traicioneros. Era una excusa para todo lo que acontecía en el habitáculo. Mientras andaba por el pasillo buscando el puesto designado intentaba recordar a que olía aquel sitio. Eran millones de recuerdos, pero el suelo enmoquetado, la calefacción que aislaba de este otoño caprichoso, y el cálido recibimiento de un ocaso incipiente no me dejaba acertar con mis sentimientos. Un par de minutos, o al menos para mi lo fueron, y todo comenzó a moverse como de costumbre.
Cuando se hace por placer casi todo tiene un color preferido, un olor sensacional, y hasta las puestas parecen dibujadas para alegrarte el día. Cuando te incita la obligación todo parece decolorarse y tomar un sabor rancio y anodino que diluye los paisajes como el cuadro que pierde su morfología bajo una lluvia copiosa. Sangrando colores en un cielo que despertaba de su letargo nocturno, me resignaba a ver grises donde otros veían celestes, a escuchar ruidos cuando algunos bailaban su melodía. A dos horas y media de camino no parece que tenga mucho tiempo para divagar y perder el tiempo soñando con paraísos que no existen, pero si para el recuerdo. Recordar, comparar, mirar al presente con la cuartilla del pasado intentando guiar las líneas a lápiz en el papel de cebolla y ver si coinciden los trazos. Volqué mis pupilas en la ventana como si quisiera fotografiar cada paisaje mientras intentaba discernir cual de aquellos suaves sonidos era el de las espadas que se batían en duelo por un amor.

Enmascarados cada uno de ellos con un hilo musical que te transporta, y perdido en horas que no son de mi existencia no acertaba a distinguir aquellos sonidos de la infancia que me porteaba casi sin quererlo evitar. Recuerdo aquellas mañanas preciosas que amanecían de una forma tan distinta a éstas, cargado con las bicicletas y dispuesto a empezar un ruta perdidos en la sierra o cualquier lugar inolvidable de la infancia.
Ya no escucho las espadas batientes en un duelo apasionante, no oigo como cruje el roble por el peso del viejo pájaro de acero -ya ni siquiera lo es-, ni resopla airoso al caminar por llanos verdeados y apacibles. No afila el raíl su planura sobre el canto de la rodadura, y si lo hace ya no suena como las ruedas correosas sujetas al sillín del viejo afilador de mi barrio. Ahora la pieza esferoide acaricia el raíl con un suave y aterciopelado contoneo que no llega a la superficie, el joven polluelo camina sobre alfombras sedadas con el susurro de un ruiseñor a la mañana.
Aún espero sentado en este asiento sin agujeros, sin polvo que lo resquebraje, sin arena ni resina que le de ese olor a paseo de largo recorrido, al hombre de la chaqueta azul. Con su bigote intimidante, vestigio de épocas que perduran, con sus manos encalladas y serenas, y su andar vacilante pero seguro, se acercaba. Hoy no se ni dónde andará, pero siento necesidad de mostrar mi billete y escuchar como se trilla bajo el picador del hombre de la chaqueta azul.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Luz

10:29, suena el teléfono. Por esto de las melodías, se que no es un número conocido. 615..., puf, solo espero que no sea del trabajo, o temas adyacentes que diría aquel, no tengo ganas de decirle dónde se coloca el poster de telefónica o por dónde tienen que tirar el cable, o el lugar en el que necesito la red para montar la adsl. Hoy no trabajo. Día de libre disposición que ha cogido el centro, bueno, la población en sí. Para mi uno más para disfrutar de los mios y estar en casa en la estufita leyendo blogs y compartiendo la mesa, comiendo en compañía, que ya es bastante para mi.

Era una persona que ha cambiado sus mañanas en casa con las labores de cada día, por una fría estancia entre paredes blancas y tubos que descansan en una cama llena de lamentos desde hace seis meses. Los que lleva María sufriendo golpes que da la vida en el cuerpo joven de su marido. Después de esquivar la muerte en un escorzo de valentía y esfuerzo humano, las ganas de vivir le han dado otro aire a una situación que parecía se había vuelto gris. Cuando se derrumban los motivos, las ilusiones, el maldito virus de este siglo logra abatirte y tumbar tus esperanzas. Pero hoy la vida deparaba un respiro para ellos, una alegría que llenaba de lágrimas sus ojos y entrecortaba su voz.
El miedo a perder la identidad fluye en nosotros desde que nos configuramos, la estética navega en nuestras vidas como la foto que envejece en la cartera. Nadie quiere perder su rostro en tiempos de cirugía gratuita y de amor a lo figurativo. Hoy, que la imagen dice más que millones de palabras, que te juzgan por tu apariencia, cambiar la luz que ilumina tus ojos, girar tu cara por caprichos del maldito cáncer era demasiado castigo para un joven cuya mayor ilusión es ver sonreír cada mañana a su hija y poder besar a su mujer agradeciendo todo lo que hizo por él en aquel maldito hospital. Todo lo mejor guardaba el destino para ellos.
Con voz emocionada y una desbordante alegría me lo confirmaba, nada va a cambiar, lo intervendrán pero sin consecuencias estéticas, las pruebas han salido bien y Dios ha dado un respiro a estos jóvenes cansados de sufrir la apatía, el dolor y el pesar de un sufrimiento que dura demasiado.

Es de esas mañanas que te cambian el día, de esas que sueñas se produzcan de una vez cuando esperas algo con ansia. Se empieza a ver la luz en un camino lleno de sombras, pero me alegro hoy de cosas minúsculas que engrandecen la leyenda. Me alegro de haber tenido batería en el móvil, de no tenerlo en silencio como de costumbre, de que brille el sol, de que llueva, de que alguien especial para mi venga a comer con una sonrisa que hace tiempo no veía en sus labios, me alegro de estar aquí para poderla abrazar. Hoy, ha merecido tanto la pena levantarme y respirar que se ha coloreado todo de azul celeste, hasta mis ojos. Puede que sea el velo cristalino de esas lágrimas que me han emocionado, pero estoy seguro que es parte de un nuevo cristal con el que mirar la vida. Solo las cosas importantes merecen la pena, lo difícil es definir, hallarlas, y valorar con el suficiente conocimiento como para no sufrir con vanidades.

lunes, 27 de octubre de 2008

Música

Hay lugares, como huellas en la memoria, que duermen en letras de canciones. Parece que sus autores vivieran contigo, despertaran de tu cama o los vieras al fondo del pasillo escribiendo sus canciones en tu escritorio. Te identificas con estrofas que escuchas en el autobús, al cambiar la emisora del coche, al ver un anuncio, al quebrar la puerta de un establecimiento. Me pregunto si la vida está hecha de historias que se acumulan en compartimentos estancos, tan iguales como las vidas clónicas de los que las padecemos en distinto tiempo. Será un ciclo que nos abarca a todos el de la existencia que milimetra el paso de su movimiento para no coincidir, pero que se repite como su nombre indica.
No se lo que será exactamente pero me gusta escuchar canciones que me traen recuerdos, malos y buenos, porque parece que la vida no solo se detiene, sino que retrocede, vuelve, y siento aquellos momentos de nuevo, con la misma ilusión, nerviosismo, inquietud. Hablar de la vida es lo más normal del que lo hace, nos pasamos la vida hablando de la vida, pero es necesario. La música es un complemento más, importante, pero que tiene el poder de temporizar los hechos, de rememorar a golpe de corchea aquel momento que no eres capaz de rescatar de tu memoria con el esfuerzo humano de la sinopsis.
Hoy llevo en el coche libros escritos que solo puede leer la máquina láser que los reproduce, pero seguramente pueda interpretarlos con una llave que solo yo tengo. Cada uno la suya, pero la mía la guardo yo, no puedo entregarla, ni compartirla, solo a mi me abre las puertas de un sentimiento que nació y morirá conmigo, que le pone música a momentos, que escribe con blancas los silencios de mi vida. Me hace ilusión recordar, es un momento único para sentirme vivo y vivido, para demostrarme que camino. El refuerzo necesario para comenzar un lunes, que como todos tiene muy buena pinta, solo me falta algo,- bueno, lo de casi siempre- pero ya voy entendiendo que en la existencia no se consuma la plenitud, no me conformo pero lo asumo, mientras escucharé, sentiré.

domingo, 26 de octubre de 2008

Sombras

Es curioso observar que no identificamos ni la propia. Tengo mucho tiempo para divagar en mi nueva morada, pero es casi imperceptible el que pierdo haciéndolo racionalmente. Me entretenía -ahogando la distancia- en un juego de sombras con mi propia masa corpórea para intentar observar mi capacidad de reconocimiento. No daba crédito a las imágenes que mi cuerpo formaba al digerir la luz que lo iluminaba. Veía formaciones jamás reconocidas por mi perspectiva, y mientras jugaba intentando imitar -de manera burda- aquellos juegos de sombras que sugieren vidas animadas, algo me sobrevino de repente, a darme pataditas en la conciencia. Todos mis post nacen de coqueteos con la vida, o mejor, de roces con un diario que cuando se hace cansino siempre inventa algo para hacerme pensar.
Volviendo a las sombras, hubo algo que me llamó tanto la atención que necesitaba escribirlo antes de gritarlo en la sierra del Ahillo, o en algunos de los montes que me rodean; Qué maravilla de naturaleza. A veces, se desfigura tanto el contorno de nuestra propia esencia que no somos más que sombras. Conocemos muchas a menudo, y no nos preocupa nada más de ellas, ni tan siquiera saber si tienen luz, si son reales o si han llegado por caprichos de la vida o por necesidad. Las sombras son la representación de toda aquella parte que recibe luz, una imagen, un dibujo interpretado de la realidad, una desfiguración de la forma, y un esquema lirondo de lo tangible. Estamos rodeados de sombras, de cuerpos que tienen forma en nuestra mente, pero sin rostro, sin rango, sin capacidades clasificatorias en nuestra pirámide sentimental.
Salí con la intención de mirar cada rostro, de volverme al mirar al suelo y ver siluetas dibujadas, de mirar a los ojos y empezar a entender que allá donde llega la luz todo tiene un tacto diferente. Vivimos aniquilados por el tiempo, consumidos por una vida de prisas, que dibuja segmentos en mentes que se aplanan ante lo más efímero. Recuerdo el nombre de la primera sombra que vi ese día: Juan, el camarero del bar de la plaza. Hoy ha pasado a ser un haz de luces reflejadas, un sencillo soneto de fotones que esconde algo más que cervezas tras una manga cansada de servir amuletos por sandeces. No tiene nada que ver con aquel reflejo sombrío de cada mañana sobre el adoquín humedecido de la plaza.
Es algo más que una sesión memorística de rostros, es abrir una puerta a la empatía, al libro de las páginas en blanco. Me niego a seguir viviendo en una vida de representaciones, mientras haya luz hay esperanza. Voy a dejar de tomar cafés con sombras, de comprar comida a siluetas, de correr por veredas que están llenas de perfiles en negro. El primer error de la sombra está en la dimensión. Tal vez estemos perdiendo eso, la dimensión de las cosas, -¡que horror!-, voy a volver a redimensionar mi percepción antes de perder la perspectiva de las cosas importantes, que quizás no son demasiadas, o tal vez estén todas almacenadas como sombras.

lunes, 20 de octubre de 2008

Regresar

Quedan pocos minutos para que coja el coche de nuevo, tome el camino de vuelta y retorne al principio. Como cada lunes, equipado de sabores dulces que aún llevo en mi retina, de momentos inolvidables de los mios en el paladar, voy almacenando las escenas en pedazos de asfalto húmedo de la mañana que quedan tras mis huellas. Me gusta conducir, como diría aquel anuncio, porque es el momento de soledad impuesta más dulce de cuantos tengo. Es el repaso rápido a un fin de semana que intento aprovechar siempre como el último y el momento preciso para organizar la semana a golpe de volante. Se me pasan los kilómetros y a veces despierto de mi aletargo, como si volviera de nuevo, con un sobresalto que me pregunta quién habrá estado conduciendo aquel tiempo que estuve ausente. Que sensación más rara, casi asustada de todo lo que pasa, pero de nuevo el paisaje me pierde en divagaciones de todo lo que llevo conmigo y lo que quiero hacer en estos cinco próximos días con mis alumnos.
Algo más de dos horas de idas y venidas, de sonrisas solitarias, añoranzas, planificaciones, sueños, un arcoiris de sensaciones que me hacen sentirme vivo. Me gusta almacenar fotografías de paisajes, de momentos. Suelo cambiar la ruta poco, pero cada vez que paso por los mismos sitios me parecen diferentes. No hay un solo momento que me parezca igual a otro. Los paisajes tienen la caprichosa manía de iluminarse y oscurecerse, de cambiar colores y animales, de colocar perspectivas diferentes en la retina y de hacerme disfrutar de marcos que no había visto antes.
Será una visión optimista, pero me gusta cada mañana de lunes cuando escuchando la radio navego por tertulias cafeinadas, por mesas redondas de micrófono abierto que hacen el día perfecto. Creo que es de nuevo ese magnetismo herciano el que me contrae el alma y me hace dudar de todo, hasta entristecer echando de menos tantas cosas y poniendo preguntas que leo en los hitos kilométricos escritas en cursiva. La radio, la canción de cuna, el sueño del niño, la pasión y el deseo de reencontrarme de nuevo. De momento, me conformo con disfrutarte de nuevo como oyente, peor no sera por mucho tiempo. Cuando algo llama a tu puerta con tanta insistencia, has de oír, has de atender, quizás cuando abras ya no esté. ¡Vaya!, estoy llegando y los doscientos cuarenta y dos kilómetros se han esfumado encerrado en mi cárcel de cristal, creo que iba conduciendo pero no estoy muy seguro, lo único exacto es que he llegado: Alcaudete, bueno sin la "A", cosas de críos, parece un pueblo catalán, ironías, pero es mi nuevo mundo, mi nuevo paraíso. Hasta el sábado, o como diría aquel, hasta dentro de tan poco como tu quieras.

sábado, 18 de octubre de 2008

(Re)Encuentros

A veces me pregunto a quién pertenecemos, quien es el dueño que nos demanda, o el juez que tiene el designio de nuestras vidas. Es inútil intentar controlar aquello que nos supera porque sería preocupar la mente en cuestiones del alma y entretener al corazón sin darle tiempo para saborear la vida. Cuando la soledad es elegida cada momento se aprecia como un sorbo de fresco manantial que sacia lo justo al correr por la garganta seca. Pero si no la eliges, la impresión cambia a golpes de segundero.
Es curioso como se añora aquello que no sacia, aquello que no tienes justo cuando lo deseas tener. Una vida llena de hermosas contradicciones y un paraíso burdo construido por la mente humana que echa mucho de menos al corazón. Navegar ha quedado a la suerte de algún fin de semana en mis ratos de soledad. En ellos he leído fragmentos que aun dan con sus nudillos en mis estertores, y me vienen a la mente, y me hacen reír, soñar, sentir. La soledad elegida, el rincón de encuentro con uno mismo, con el yo, con el “mi” de cada fragmento que me pertenece.
Cuanta razón llevas amigo, y que necesaria es, que necesitada, pero cuando es impuesta y condenada a la distancia te hace cosquillas en sitios que no me hacen reír. Aprovecho cada fin de semana para reencontrarme con todos, con aquellos que quiero, con los que amo, con los lugares y rincones que me vieron nacer, con ella, con mi soledad y conmigo. Los necesito a todos, cada uno de ellos da a mi vida un sentido que no quiero perder, todos son soporte de lo mucho o poco que logré construir y cuando no están, tiembla el raso que los sostiene.
La distancia no separa, mentiras, o verdades a medias, que se yo, lo único que me queda claro en cuarenta y pocas horas es que necesito este mundo que he creado, este espacio que han inventado para mi, estos ratos de soledad, de amistad, de cariño y de amor, de pedazos que dibujan el paraíso perfecto de mis noches en el sur.

domingo, 12 de octubre de 2008

Hoy, de vuelta...

La vida es un suspiro improvisado en un mundo de imprevistos. He vuelto a pasear por los callejones de estos barrios y tengo la sutil sensación de que todo ha cambiado lo suficiente como para hacerme volver mil veces y sigue tan igual como lo soñaba para atraparme. Echaba de menos las sensaciones de leer los plumazos del corazón en libros virtuales que pasean por la red. Llevaba demasiado tiempo sin volver y ya sentía el pavor de estar viviendo en un mundo que no era el mio. Ha sido tan grato el regreso como los inicios. Mi trabajo, de momento, no me deja navegar a gusto por este océano, pero recuerdo cada gota, a cada marinero, y espero naufragar a ratos por este paraíso. Porque echo de menos los botes que pasan cuando pareces perdido, el lento compás y el susurro de las olas. Nada es necesario hasta que se pierde, o al menos hasta que está lo suficientemente lejos como para añorarlo. Volver al paraíso, y a cada ventana que suelo visitar a menudo ha sido como volver a mi rincón, tan profundo que no tengo tiempo para describirlo porque todas las palabras duermen en mi corazón intentando construir los sentimientos.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Cambios

No se acostumbra uno a esto de los cambios repentinos, a partir rutinas en pedazos y recomponer rutas perdidas como el puzzle viejo cuyas piezas no cuadran hasta el final. Es difícil, pero es lo que elegí y toca acarrear con la bendita penitencia. Lo que peor llevo es la metamorfosis instantánea a la que someto mi cerebro para no volverme loco. Ayer contando partidos y hablando de historias futboleras, hoy enseñando informática a adultos. Pero eso es la vida, sin más, sin poder elegir, o habiéndolo elegido. Me siento afortunado, pero lo echo de menos, lo necesito, la añoro. La radio es una forma de vida, un modo singular de vivir. Maldito destino, o bendito, te espero, se que volverás, y me sorprenderás de nuevo. Me gusta esta locura. Los caminos se eligen y los finales te sorprenden, las señales no indican las mismas rutas, pero terminan confluyendo. La vida es elegir, pero cuando se ama algo, terminas con ello en tus manos. Bendita pasión.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Me marcho..

..O más bien, me marché. Y lo hice sin dar un abrazo a quien más se lo merecía, sin dedicarle un adios a quien se preocupó de algo más que de reprocharme. Hoy me pesa esta marcha tan fugaz, tan impertinente que no me ha dejado escribir letras en los corazones que han grabado mi experiencia. Tengo mil millones de agradecimientos guardados en mi retina, presos en mis labios, necesito despedirme de mis compañeros y no quería marchar sin hacerlo.
La vida no te espera, decide por ti, y el destino llega, no te pide opinión. Súbito, impactante, pero ha llegado y tuve que coger las maletas y decir adios solo a aquel que encontré en mi camino. De regreso a mi memoria, y perdido en la sierra me acuerdo de todos vosotros, de vuestras voces y sobre todo de vuestras críticas para que pudiera mejorar.
Gracias Cristóbal, Fernando, Patricia, Fatima, Víctor, Tere, Carlos, Migue, Juan, Ismael, José, Ignacio, Jesús, Manolo, Alex, Antonio, Fran, Cesar, Ricard, Montes, a todos, y a los que se me olvidan.
Aprendí de cada uno de vosotros, de vuestro trabajo, de vuestra profesionalidad, y de vuestra personalidad. Me habéis dejado tanto que en tres meses he aprendido que el secreto de las ondas vive en las redacciones anidando en los corazones de cada uno de vosotros.
Me marcho sin rencores, quizás pensando que podría haber aprendido mucho más, reconociendo muchos errores pero con un tesoro inagotable de experiencias que no venderé nunca.
Gracias querida redacción, compañeros y amigos. Hoy he vuelto a mi realidad de siempre, a mi segunda vocación, a aquella que mejor entiende mis necesidades, peor echo mucho de menos el micro, el silencio, el momento, y el sueño. Seguiré comunicando, a mi manera, pero sobre todo conectando con todos vosotros y recordando los pedazos de vida que habéis dejado en mi memoria.
Un abrazo a todos, y GRACIAS.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Gris

Estoy en uno de esos momentos que necesito muchas manos que vengan a conformarme y a reconfortarme con los tiempos que me llegan. No es más que el deseo de no sentirme solo. Cuando parece que la vida deja de sonreirte a pausas enormes siempre miras al lado para que alguien -todos- ponga su mano sobre la tuya en alguna montaña infinita.
Sentir la piel me hace más fuerte, me enseña el camino cuando todo está nublado y recuerdo momentos que me hacen sentir bien. Parece tan inocente, tan pueril. Pero es que no somos más que eso, niños grandes que se pierden en días nublados, navíos que han roto el palo de la mayor.
Ya veo la luz, se que es tenue y hago un escorzo por alcanzar el horizonte saltando sobre los días que se oscurecen. Creo que estos momentos me hacen amar la vida con más fuerza, dar sentido a los millones de maravillas que me rodean, y a esas cosas minúsculas que se hacen enormes.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Recuerdos de niño(s)

Preso de los sueños que aun siguen navegando por la orilla de un verano intenso e interminable que hoy cierra sus puertas para dar paso a la obligación. Casi sin presumir de amistad ha llegado la hora de reencontrarse con los recuerdos, con los de siempre, con esas mañanas que saben a pereza y rancios despertares. Pero una ilusión nueva recorre cada rincón de esa maleta llena de sueños, de poemas por escribir, de letras que esperan un destino que se multiplica al llegar al lugar elegido. Tan blanco y dulce como lo recordaba, estaban todos, no faltaba nadie de los que siempre suelen llegar, los gritos, los sueños, los primeros llantos, las despedidas fugaces, estaban todos. Aquel pupitre de madera, hierro verde fundido al cajón lleno de sabias inscripciones, coloco mi estuche recién comprado, y rezuma ese olor a nuevo inconfundible de los libros al airear las páginas que han de ilustrar el difícil camino que acaba de comenzar. Veo como abre lentamente la cremallera de su plumier, sutil, como si fuera a romperse si empleara mas fuerza en la operación, sostiene en su mano derecha el bolígrafo cromado que compró ayer en la papelería del barrio y escribe la fecha en su cuaderno blanco, como quien comienza la novela con la pluma entintada y dilatando su finura empieza a crear el nobel de sus sueños.
Hoy ha vuelto Don Juan a explicar cómo quiere que hagamos las cosas, cómo vamos a organizar el curso. Todo son buenas intenciones, todo son sueños por cumplir, y como si no hubiese vuelto, regreso allí, a la orilla, y veo el barco en el que zarpamos. Una nueva aventura, una travesía, las mas larga parece, pero no será la última. Tenemos buen capitán y eso es lo importante.
Quiero empezar a leer el diario, a que se cumplan los días, a que pasen unas tras otras las semanas llenas de anécdotas, de locuras infantiles que nos hacen aprender. Yo también, ya me pesa esto de estar dedicado a otros menesteres, quiero volver allí a aprender de vosotros, a que nos riamos al amanecer con ese sol que atraviesa el ventanal de las caracolas de Palomares, o a aguantar los rayos penetrantes de aquella ventana que tenía la persiana rota de Pozoblanco. Quiero volver a los patios helados de Úbeda, a la sonrisa pícara de Santi cuando se escondía las tizas en el babi, os echo de menos.
Yo también quiero volver con vosotros, a soñar, a reir, a descubrir cada mañana que la vida puede ser maravillosa, que sois lo mejor de este mundo y que todo tiene sentido cuando el hombre aún no ha crecido lo suficiente como para dejar de amar lo que ha aprendido como niño.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

...Solo un paso

¿Qué quieres eh, qué?..vete a la mierda gi... (portazo sonoro en un coche de gama media alta)..mañana llamas a tu p...(portazo metálico, con eco acristalado de portal frío de calle vacía y nocturna).
Tecleaba mansamente en mi portátil, con una luz tenue y con el fondo casi imperceptible de una radio que susurraba. Las voces hicieron que casi sin querer me trasladara unos metros más abajo, que mi ojos estuvieran en el portal viendo la escena. No lo pude soportar. Mi balcón, siempre abierto esperando ver el vuelo de una lechuza o una sonrisa lunar, era la plataforma perfecta para ver la obra. Llegué tarde. Como siempre, tenemos la mala costumbre de quedar petrificados intentando discernir los sonidos y poner imágenes a los hechos antes de acudir a contemplarlos. Es como el mecanismo de defensa más animal de cuantos tenemos, quizás el más inteligente, pero fue en este caso el más torpe. Me perdí el corto, precisamente por eso. No se si me mueve el morbo, si la quería ver a ella llorando, a él enfurecido o simplemente me hubiese gustado saber quienes eran aunque no los re-conociese. Solo pude ver la silueta de un deportivo derrapar al final de la calle y apurar la curva hasta subir en la acera y resoplar contemplándolo.
Al volver a ese micromundo en el que deambulaba hasta los hechos, algo me perseguía. Qué sentirá ella mientras oye latir su corazón a millones de pulsaciones por segundo, qué imágenes pasarán por la luna de aquel coche, qué habrá detrás de ese rencor de dos personas que han decidido compartir sus sentimientos. Cómo se puede despellejar a quién amas sin pensarlo, qué somos sin querer. Que frágil es el amor cuando lo tenemos en nuestras manos y lo manejamos como un juguete. Qué une el amor al odio que los hace tan biscerales, tan sinónimos, tan iguales. Te odio. Te amo. Sin distinciones, sin restricciones, sin tapujos, sin vergüenzas. Te odio tanto porque me he enamorado de ti, sin saberlo te amo, y lo se porque he empezado a odiarte.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Septiembre

Si todo se marcha, siempre hay pedacitos de oxigeno que trae la marea cuando cae el sol. Si el verano se escurre entre mis dedos como el agua del mar, la sal va dejando en mis manos salobres el regusto de vivir. Cuando todo parece partir, es maravilloso contemplar que la vida sigue arribando con imágenes tan bellas.
Los últimos rayos parecen sonreír buscando el objetivo. Un guiño infantil y entrañable a quien desde la arena húmeda de brisa marina, despide una tarde tras otra la luz empapado de sensaciones que vienen a tocarme el alma y dejarme olores que viven en mi, que llevo conmigo.
Si eligiera un momento sería este, cuando lo tengo todo, cuando retrato en el iris de mi alma más de lo que puede retener el objetivo. Me decían que fotografiar era escribir con luz, con la que tienes Tú cuando te apagas junto al mar, cuando buscas el refugio en el velo negro de tu noche húmeda.
Me gusta cuando el sol dibuja en tu orilla los versos que siempre he soñado escribir, cuando las olas roban el soneto y lo llevan al mar, donde cantan las sirenas a mil voces el himno celestial que mece tu luna. Me pierdo como siempre en este momento, justo ahí.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Luz

En fin, hay días que me puede el friquismo desenfrenado. Lo de ayer más que un experimento sociológico era una demostración de la fragilidad humana, o de sus virtudes, no lo podría explicar con exactitud, tampoco lo pretendo. Hoy ha sido un día normal, sin infartos sociales, sin conmovedoras escenas de irracionalidad, un día demasiado normal, seguramente algo habrá de pasar, algo aguarda tras la puerta cuando tome de nuevo el camino hacia las ondas y me pierda divagando en el coche mientras canalizo mis intenciones para centrarme en mi tarea. La verdad es que echo de menos lo de siempre, me sobra lo de cada día y no estoy ni más triste ni más feliz que de costumbre. Necesito saber solo una cosa, me inquieta tanto en este momento que he de descubrirlo o me llevaré horas dándole vueltas a este inquietante enigma. Llevo pocos minutos aquí sentado, pero no puedo evitarlo, estoy algo tenso, un poco pensativo y hasta tango ganas de preguntar. ¿Qué estará pensando el pájaro que me observa desde el poyete de madera de caoba frente a mi ventana?

martes, 2 de septiembre de 2008

SEXO en el paraiso

Dicen que es una de las palabras más buscadas en la red. Solo cuatro letras con una combinación sonora espectacular que quiebra en el deseo mas humano. Un guiño que sonroja y a veces humilla, un significado que avergüenza por los malditos tabues de una sociedad llena de prejuicios. Una tentación ineludible cuando conmueve la dignidad, un imperceptible deseo aletargado, que no siempre tiene que ver con el amor.
Y me preguntaba yo, qué sucedería si titulase una entrada de esta manera, no me apetecería ver el contador triplicarse, ni lo espero, nunca se han dado bien los experimentos sociológicos, pero tengo el día estadístico, que le vamos a hacer.

Abrazos por compartir

Imagino, y quizás sea lo más bello, pero necesito saber qué se oye tras las palabras. Cómo se llama el pálpito del corazón que late al compás de cada estrofa. Navego leyendo blogs de este maravilloso universo, y me pregunto qué lleva a miles de literatos ignotos a esparcir su conocimiento en plataformas virtuales. Serán generosos comunicadores que quieren compartir, o bellas personas que no quieren para sí lo que pueden regalar, o seres que necesitan contar, inconformistas, cuentacuentos, soñadores, vividores, o personas que han encontrado un espacio para divagar. Ni siquiera se por qué yo me paro a reflexionar en este lugar, o tal vez si pero no lo sepa explicar. Es algo tan mágico..., me gustaría poder contarlo a todos sin que me tomen por loco, al contarlo en mis clases mis niños me entienden, pero a veces siento que soy un pequeño usurpador de conocimiento, un ladrón de palabras que duermen en libros abiertos. La verdad es que es fantástico pasear leyendo por este mundo, encontrar reflexiones que merecen ser oídas, leídas y compartidas. Me apasiona, he de reconocerlo. Es como entrar en la vieja biblioteca, percibir el olor a rancio, a polvo, a cuartillas amarillentas que descansan sobre la mesa del bibliotecario. Es la pausa sobre una cómoda silla desde la que se divisan millones de libros abiertos, y todos te llaman a gritos. La lectura te absorbe hasta descubrir que has perdido la noción del tiempo y de la ubicación. Te redescubres en tu salón, en tu mesa de trabajo, en tu ordenador, leyendo fragmentos que te han hecho pensar, y me da esa risa interior que viene a refrendar lo irónico de esta vida. Sé que mi abuelo lo entendería, siempre pensó, que algún día con darle a un botoncito todo se pondría en marcha. Resulta tan irreal como maravilloso. Me apetece cada momento, pasear entre libros abiertos, irme al parque a leer los poemas que escriben los soñadores, leer los sueños, las desilusiones, los diarios que andan publicados en una sola cara, sin llaves, sin puertas, y con buzones abiertos esperando postales que les recuerden que pasaste por allí. Otra de las magníficas virtudes de este mundo. No solo poder leer lo que otros escriben, sino comentarlo, abrazar las palabras para agradecer su publicación y contar el cúmulo de sentimientos que te han hecho vivir. Quería dar las gracias a todos, contarles lo que he sentido, lo que me han inspirado, lo que me regalan al pasear por sus casas, por sus vidas, por sus libros de mano en los que anotan las anécdotas de su existencia, en los que escriben cosas que jamás contarían, trocitos de esfera global en la que tomar un café. y disfrutar.
Algo me une a ti que lees, a ti que escribes, a ti que has dejado parte de ti en cada rincón donde puedo llegar con un clic, gracias por compartirlo, por no ser mercancía rancia de un mundo sin ideales, por ser libre en un mundo sin condiciones, por ser tú.
Solo pienso en abrazar las palabras, hacer mio cada momento de soledad compartida, disfrutar de las vidas que están por contar y seguir descubriendo que detrás de toda la escoria mundana hay luces que ocultan las sombras, batallas que se ganan sin misiles ni vidas, paraísos donde la existencia es tan liviana como placentera.

sábado, 30 de agosto de 2008

Aprender a vivir

No se si te habrá pasado pero tengo en mi memoria fragmentos, notas, detalles que me sobrevienen en momentos de la vida. Trocitos de ilusiones imaginarias que parecen dormir hasta el día que despiertan. Pinceladas que secuestré de algún libro y que aparecen en el momento justo. Me resulta ilusionante conocer el final de las cosas que pasan en la vida, anticipar los finales de la realidad con guiones que leí hace algún tiempo.
A veces la vida se parece tanto a la ficción que es difícil inventarla. Pero lo mejor de todo es saber escapar de los cepos que duermen en las esquinas de esa vida maldita que intenta aniquilar al débil. En los momentos difíciles siempre es bueno tener un amigo, o al menos, haberlo tenido. Yo confío plenamente en cada uno de ellos, todos me han dado algo, de todos aprendí, y de todos me llevo un recurso para vivir, un misterio, una frase, una estrategia, un lazo para atar el miedo cuando te sobreviene el infarto. No hay mejor palabra que la que te hace libre, a veces, muchas veces, no la encuentro en mi, y rebusco como una abuela en el bolsillo de su delantal, como un romero en las alforjas de su equino. Siempre deambula alguna idea, quizás la palabra perfecta, la respuesta idónea, la estrofa de aquel libro de viaje que parecía el antídoto perfecto al largo trecho. Ay, bendito amigo, cofre de verdades inmortales, has vuelto cuando te necesitaba, siempre andas ahí, casi ni recuerdo tu nombre, pero has vuelto. Como el perro vuelve a su amo, como el joven emancipado que abre la puerta de su casa esperando el viejo olor de antaño tras el portón, sonriendo y sin pedir nada a cambio has vuelto. Me has librado, por hoy puedo decir que saldé mi deuda y pude escapar del callejón airoso.
Somos algo mas que presente, y gracias. Somos recuerdo y momentos, y sobre todo somos lo que hemos vivido, porque dejamos y nos trajimos, porque pusimos y nos pusieron, porque imaginamos y nos dejaron soñar. Gracias por abrir las puertas amigo mio, gracias por estar en el momento perfecto, gracias a ti por compartir, gracias al padre y al hijo, al que dio sin recibir mas que números. Detrás de ellos hay personas, mentes que despertaron con el último renglón, otros que pasamos noches sin dormir, pero sobre todo, amigos, amor, gracias amado mio.

jueves, 28 de agosto de 2008

Enseñar o comunicar, comunicar o enseñar...

Años dedicados a cuidar los pasos, a reforzar viejos puentes de madera para poderlos pisar. Me pregunto si todo esto tiene sentido, si construir caminos te habilita a caminarlos. No lo se aún, pero cuando miras atrás, cuando vuelves la mirada en un revés de orgullo, algo te reconforta lo suficiente como para seguir al frente, dibujando nuevos trazos rectilíneos en un lienzo de curvaturas. La vida es caminar, detenerse, pero no volver atrás. Me dan ganas a veces de quedarme donde estoy, y dejar que la vida transcurra como si no pasara por mi. Verlo pasar todo menos yo. Que ironía, o que melancolía, sucede que los sentimientos no son mas que el pensamiento de un momento. He visto llorar al niño con tanta fuerza por perder su juguete como el hombre que pierde a la mujer de su vida. Es todo una cuestión de sentimientos, de momentos, de maneras de afrontar las cosas, de tiempo. A veces tengo ganas de que termine esta carrera de fondo, pero sé que no me gustaría llegar nunca a la meta. Me gustaría saber que pasa al final, pero no quiero que termine.
...es esa rara sensación de introducirte en submundos sin terminar de conocer ninguno, al menos me queda esa sensación. De ser nuevo en todos los espacios, de soportar a los poetas de la vida, a los eruditos que te cobran por escuchar lecciones rancias que no quieres oír, de locos que se creen doctores. Va llegando el momento de decidir, de apostar por alguno de ellos, o quizás deba seguir vagando, deambulando por los micromundos. Me gusta conocer, pero voy odiando la naturaleza humana, y me temo que no es nada bueno.

martes, 26 de agosto de 2008

Momentos

Subido en lo alto de la colina el mar sigue siendo azul, transparente el velo que cae desde el cielo a mis pies. Qué mentira es esa que dicen que las cosas...no te dejes engañar, yo las veo igual. Sigue, sigue tocando esa guitarra, rasga de nuevo ese cordel con la yema de tus dedos, con la levedad del que sabe, del que siente el pulso, el compás; y las olas que escapan de tus dedos, espumosas, y vacilantes, tenues, volátiles y azules. Qué mentira es esa que dicen que la vida es amarga como el sorbo de vino rancio al terminar, qué sabrán ellos de la felicidad.
Maestro compás, perfecto trazo del caldo fresco que sabe a mar, trocito de cielo celeste de tu boca, flamenca, soberbia. Déjeme terminar a los pies del mar, viendo en la arena la sombra de los dedos, la ausencia, el ritmo, el silencio, la eternidad.
Qué mentira es esa que dicen...si los besos la pueden curar.

Noches sin ti

Me detuve a mirarlo de nuevo, como si su voz susurrara a su paso por el cristal. Penetraba un eco sordo en mi silencio, me atraía, me imantaba, me llevaba a ti. No conozco la soledad, o no me acuerdo de su nombre, de esos silencios muertos que blanquean las partituras. Llegué hasta el marco con el corazón latiendo entre mis manos, con un verbo inútil en mis labios, pero con un recuerdo persistente que me olía a esas noches cuando estás tú. Mientras intentaba distinguir la línea invisible que une el mar con el firmamento, despidiendo el último rayo de luz del día, esperaba acortar la distancia y recortar kilómetros como el niño que juega a unir puntos. Y de nuevo su luz, como una llamada insistente, como el recuerdo que nunca se borra, una y otra vez acariciando el cristal de mi ventana, golpeando suavemente el contraluz y dejando pasar tu aroma.
No hay distancia sino tiempo, no hay millas por andar sino segundos que aún no conoce el segundero. Lento como el mar que muere en silencio, como la luz que viene a mi ventana cuando agota el tiempo. Te esperaré, como la noche espera, como el telón negro su momento. Así te esperaré, tras la ventana, buscando en cada haz de luz tu silueta en el camino hasta este firmamento. Y cuando llegues todo volverá a ser como siempre, como lo sueño aún despierto, como pasa la vida cuando todo es conveniente, como quiere un niño, como quiero yo. A veces no es tan difícil hacerlo todo nuestro, pero es mas difícil sin ti. A cada instante necesito saber que estás ahí, que me miras, que sonríes, que no hay distancia sino tiempo.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Despertar

Ha roto el golpe de la marea en mi almohada, ha empapado mis sentidos de sal y me ha hecho despertar. Como el velero que acompasa su proa con las olas, meciendo mi barca con el susurro de una brisa que sabe a mar. Navegan mis sueños sin rumbo conocido, a dormir en la barca de otro marinero, que tal vez, sueñe como yo, amanecer en esta barca.
Rodeado de redes que me atrapan, de ese olor tan suyo que cautiva mis sentidos y los envuelve en la lona celeste que duerme en mi dormitorio. Tan silencioso como el rayo que penetra hasta la bodega, como el tímido haz que cosquillea el iris que duerme en tu ausencia. Su sabor a poesía, a versos que flotan en su brisa, a mar, a redes de sal que deshacen el amargor de mis noches sin tu presencia. Espumosa fantasía que duerme en la orilla y navega en la brisa matutina, cáñamo seco que navegas sin rumbo hasta mi. Abrazando el océano de sensaciones que llegan a mi alcoba, durmiendo despierto el último de mis sueños, eternizando ese momento único de cada día, como el niño que sueña con sus ilusiones, como el loco que encuentra su cordura, como el ángel que aprende a volar en un infierno. Sigo soñando contigo, con mis mañanas, con despertar cada día, con saborear mi mar. Navegar en noches de tinieblas merece la pena, zozobrar agarrado al mástil vale la pena, sentir el miedo humedeciendo la piel vale la pena. Navegar, sentir, saborear, merece la pena, por despertar, por seguir amaneciendo contigo, junto al mar, junto al sabor rancio de mi barca llena de sal, de luz y de ti.

viernes, 15 de agosto de 2008

Llegar a tiempo

Quizás le deba besos a la vida que robe por las esquinas las tardes que no querias verme. Puede que soñara un paraiso de un desierto, pero necesitaba embriagar de locura un pedazo de conciencia. Sé que no está bien que te lo cuente, pero fui debil, ignorante, y sonreía para borrar tus huellas de mis labios. Subía por las paredes con la mirada y bajaba lentamente recorriendo el quicio de hojas agrietadas esperando ver un detalle de tu silencio. Contaba grietas en los caminos que pisaba, caminaba con la aritmética perfecta de quien cuenta letras por pisadas. No encontré palabras de campiña, verbos de campo abierto, solo yagas, heridas de algún cansancio de aquel tiempo.
Y tú, seguías al sol como si nada, hidratando los resquicios de tu piel como si fueran a ser dorados con mas perfección. Menos mal que te rescató el iris de una venganza, siempre sales a tiempo, siempre tienes un suspiro de epitelio para dar consuelo.

jueves, 14 de agosto de 2008

Ventana de costumbres

Me canso de volar en palomas de seda, de jugar al absurdo en un mundo de medias verdades, de ser marioneta fácil sin telón de fondo. Quizás me canse el diario de otras vidas, dar plumazos de tinta en negros que destiñen con el sol. No se por qué pasan por la puerta hojas de estilo en blanco, libros sin autores con preciosos finales, ribetes de plata en suelas de alpargata, silencios de voces que no duermen ni descansan. No he llegado aún a la página que te gusta, cuando él la encuentra, cuando los dos duermen, cuando sólo un susurro despierta en la almohada, cuando la vida es vida sin más complicaciones.
Tómalo del suelo, y no le des valor, no eres su dueño por más que tengas la prueba de que duerme entre tus dedos; que el paño aterciopelado de su tez yace bajo el cuero agrietado de tus manos. Dos mil setecientos lamentos tras un cristal, trece mil miradas compasivas, catorce mil lances de odio, cientos de horas al sol, millones de crujidos tortuosos en la mente de la alcoba donde se rompe el matrimonio. Y no tomas como tuyo un manojo sin nombre que te pertenece por mas que se empeñe el silencio en renunciar.
Comiendo a diario, en este paraíso de hienas, siendo un buitre más de esta sociedad, no se que hubiese hecho. Por odio, rencor, por amor, por desconocimiento o porque no queda fe en un paisaje de montañas. No tengo la premisa de ser mejor, sino más afortunado, y no se que hubiese hecho, o tal vez si, y no quiera confesarlo. Quiero saber qué nos diferencia, que hay entre tu y yo para dejar caer de tus manos el azúcar sin decir que has conseguido con tu sudor cada grano, para no argüir que ha quedado pegado a tus manos el dulce sabor sin mediar tu voluntad.
Estas preparado para vivir, pero no en este mundo. Los tipos como tu viven poco tiempo...¿por qué? Seguramente seamos otros, los del modelo los que estemos equivocados. Es que no necesitamos lo mismo para vivir. No dejo de verte en cada impás de cambio, del rojo al verde, del tercero al primero, del negro al blanco, del puro al diluido, del vivo al inerte. Desde hoy, pensarlo, para mi es una costumbre. La alegría dura un momento, la felicidad...toda la vida.

Posibilidades de una existencia

Simplemente con que amanezca hoy soy feliz. Es uno de esos días que hasta la monotonía te saca una sonrisa. Publicas en tus ojos que hoy quieres que sea eterno y pareces caminar por nubes de azul popular donde nada tiene la suficiente importancia como para robarte una mueca de tristeza. Son esas horas que dan sentido a una existencia, esos ratos de charla en un café que saben a conversaciones profundas de miradas que roban. Es uno de esos días que suena mi música preferida detrás de los cristales del escaparate de mis sueños, esos que me acompañan y pasean conmigo junto a la orilla de tu mar. Es uno de esos días, hoy, precisamente el momento que elijo para hacer todo lo que me gusta y nada de lo que odio. Es, y quiero que sea inmortal como los recuerdos de quien sabe recordar. Que mas da que sea hoy, quizás es lo de menos, lo de más es que está siendo; y ya es suficiente después de tanto tiempo esperando que las yemas de los dedos sientan el terciopelo al tocar la piel del universo. Simplemente con que no anochezca hoy soy feliz.

Comunicar sin pedestales, atriles de barrio..y sabios.

En uno de esos silencios que viven detrás del micro, acaso misteriosos y sonámbulos he encontrado esta tarde un motivo para volver. A veces las cosas meridianas de la vida son las que me hacen regresar a estos lares a arañar letras en orillas hasta que suba la marea. Mientras, en uno de esos cafés horrendos de máquina, o en un sorbo de ellos, he encontrado una conversación que me ha conmovido. La curiosidad de conocer a alguien que con un par de ideas en verso ha descrito mas de lo que quería. Me impacta los más sencillo, pero estoy saturado de grandilocuencia y magnetismos populares.
Hoy he conocido, - comenzado a conocer- a una de esas personas que pasan por tu lado sin conocerlas, y un dia, te das cuenta que ha dejado sobre tu memoria sus apuntes, o en tus palabras su impronta, o un recuerdo. Se lo dejo a este maravilloso mundo del periodismo, fruto de su magia, de su grandeza y de las sorpresas que viven en él. De las pocas satisfacciones de este trabajo gratuito e ineficaz, es conocer vidas, sentir el pálpito humano invisible tras el micro, imaginado e imaginable. Me inquieta ese tipo de profesionales que esconden su grandeza en lo sencillo de su persona, jóvenes que tienen qué enseñar y muestran una mirada de aprendiz hasta al novato. La sencillez esculpe la magnitud del corazón en galones dorados que relucen en tiempos de escasez. Fernando, una voz templada y acompasada, de las que no encuentro en el dial por mas que busco allende Carlos Herrera, es capaz de plasmar en el campo herciano historias con sabor a humanidad, diálogos de flexo, y conversaciones de la abuela Rosario. Quizás por eso, comunicar sea su debilidad más sencilla.
Un hispano, de esos andaluzados del bajo guadalquivir, anclados en la solera de su sevillanía, pero exquisito en las formas, el trato, y la mirada que gestiona con la suficiente sapiencia de quien la esconde tras un micrófono, sabiendo hablar con ella a un oyente que se multiplica tras el receptor. Está bien ir caminando por piedras y encontrar un llano donde desclazarse y resfresacar las heridas de unos pies cansados de estrellas terrenales, o eso creen ellos.
Me iré satisfecho de este trono público,-lo intuyo- y no por lo que me quede por aprender aquí que calculo no será mucho, -y no falta voluntad-, sino por las vidas que estoy conociendo, esas que anidan tras una voz, tras un micrófono, esas que viven en el aire, en la imaginación, en los oyentes, en los sueños y en las pesadillas.

martes, 8 de julio de 2008

Cuando la falacia cicatriza en al ignorancia, en la desidia o en el acomodamiento. Cuando se caen los modelos ortodoxos, cuando los paradigmas facultativos salen de los libros sonrojados por la luz de la realidad. Cuando el volumen teórico se vuelve teorético, insípido y hasta huérfano de verdad se desmorona el esquema mental que sostenía mi deseo. Y es que tengo dudas profundas, cuestiones sin resolver y hasta alaridos nocturnos que desvelan mi conciencia pensando que doy yo el raro en un mundo de extraños. Primer contacto con la realidad informativa, con el trabajo de redacción, con mis compañeros, con la noticia, con la intensidad de la información contrastada y la sutil opinión maquillada. Y diría, sin acritud, el mayor desencanto de cuantos me dio la vida a veintisiete primaveras de aquel día. Soñaba otra profesión tan distinta que me resigno a creer que esto es la realidad, que esto es el periodismo, que así se trabaja y así se establecen las relaciones. Tengo dudas, pero quiero aclararlas de un plumazo, a golpe de micro, con una voz que llegue a comunicar, con la intención de cicatrizar la hemorragia inútil que me lo pide.

miércoles, 2 de julio de 2008

Lo odio...

Acabo de salir buscando el aliento fresco de la tarde. Aún me huele a primavera marchita en este habitáculo tan extraño. Necesito mi espacio y encontrar un edén ajardinado con tulipanes azules donde mi única molestia sea tu recuerdo. Se han oscurecido mis tardes antes de anochecer, amanece casi en el ocaso y apenas tengo tiempo para ver el sol en la hilera de días interminables que has tejido en la cremallera de mis ojos. Busco ráfagas en el flexo iracundo que pernocta en mi escritorio y no hago mas que derretir lágrimas en letras reconstruyendo una historia que debo olvidar. Siento el golpeo sudoroso rompiendo mi epidermis, puedo apreciar el jadeo incesante en los estertores del único ventrílocuo que me queda y no tengo fuerzas para detenerlo. No tengo miedo mas que a esta soledad angustiosa, a mirar sin ojos y ver la nada, a encontrar puertas cerradas que nunca se han abierto. Y vuelve mil veces el estúpido deseo de verte, de abrazar un suspiro de tu lenta respiración y detenerlo en mi aliento acariciándolo con sutileza. Doy golpes en toneladas de acero castigando mis decisiones, y el eco se silencia en paredes blancas acolchadas con la envidia que te tengo. Envidia de deseo, de miedo a hacer siempre este momento. Cuando cese la tormenta quizás no quiera recordarte, o tal vez no pueda, o simplemente no lo haga, pero no te olvidaré. Y no porque hayas sellado mis labios con el colágeno celeste de los tuyos, ni porque lleve tus ojos acristalados en mis pupilas, ni tan siquiera porque recuerde tu tacto sobre mi. No te olvidaré porque has hecho imborrable mi deseo, aún anida la semilla entre tus dedos y siento que me faltan pedazos que has ido escamando a millones de años luz. Cuando logre diseccionar el hilo membranoso que me une a tu desprecio, seré libre.
No hay mejor mañana que la que amanece, ¿ves porque odio soñar contigo? Llego tarde a trabajar...

domingo, 29 de junio de 2008

Lo Odio

..ese es el título del nuevo post... ...CONTINUARÁ.

domingo, 15 de junio de 2008

Se que has vuelto mil veces esperando encontrar un aliento reciclado. unas letras de esas paradisíacas de antaño. Me ahoga el tiempo o quizás la vagancia o la nefacta presencia mental de pruebas de conocimiento. Volveré pronto, mas no te vayas, porque será la señal de que las letras han perdido todo su sentido, de que se ha extinguido el poder de la comunicación y de tantas metaforas como se te están ocurriendo en este preciso instante. Volverán mis letras a cruzar el oceáno, con ese aire renovado de quien se sabe sin obligaciones sedentarias. Dame un par de vistazos a ese tocho de folios interminables.
Gracias como siempre por volver.