sábado, 28 de febrero de 2015

Vivir

Ver el infinito acariciando las libélulas espesas que fluyen a metros de ti, ángeles encorvados, tristes y alicaídos, esquinas que chorrean lagrimas ensangrentadas en el odio, pisadas putrefactas contorneadas en plata que ya no brilla, edor insoportable que marida la perspectiva que tengo desde mi atalaya. Y al otro lado, a escasos metros, el río dorado de libertades impuestas, el escalón maldito que divide conjunciones, el traje inmaculado de los pobres corazones que huyen de los virtuosos para esconderse en la efímera adrenalina de la opulencia. Vivir a veces es doloroso, vivir a veces es insoportable, pero seguro es efímero. Malgastamos tanto en dividir que a veces vivir duele. 

martes, 17 de febrero de 2015

Miradas inocuas

En esos puestos ambulantes que venden sonrisas, en esos ojos cristalinos que regalan paisajes inmensos, en la claridad de unas manos entre las que resbala la vida, en los guiños, en las caricias que da un buen gesto al encontrar una mirada, allí viven los sustentadores del mundo. Profanos del alma, versos perdidos, almas inocentes, inciertas e inmaculadas de la podredumbre de un mundo sataniano, cruel y egoísta hasta la perversion. 

Cuando me trague la tierra, cuando el mundo me mire desde la horizontal y cuando mis palabras no sean mas que un recuerdo superfluo, quiero llevarme pegados al corazón tus ojos, tu mirada, tu sonrisa en los bolsillos y tu ángel en algún lugar donde no se pierda, donde pueda mirarlo y recordar que mi vida aquí tuvo sentido, solo, únicamente por tratar con ninfas y pequeños gigantes que han llenado mis días de eterna felicidad. 

sábado, 14 de febrero de 2015

¿Quién?

Te echo tanto de menos que no logro ni acordarme de aquel olor que me perseguía cuando vivías en algún lugar de mi recuerdo. Te echo tanto de menos que he comenzado a olvidarlo todo. He perdido las notas que escribías en la arena, los refranes que leías en los tarros de mermelada, he perdido tus letras en algún pozo de colores entremezclados, tu color ya no sabe a celestes y a verdades. Te echo tanto de menos que he comenzado a olvidarme, a dejarlo todo, a perderte, a destripar mi nombre sin dar cuenta a nadie de que hablábamos de lo mismo. Y se marcha todo sin más, sin que nadie haga el más mínimo esfuerzo por dar freno a mis tentaciones. Sé que volverás conmigo, que volveré a ti, porque me necesitas casi tanto como yo te anhelo, pero a veces es imposible lo necesario. Y mientras digo todo esto, hay algo que no te confieso, a decir verdad, es innecesario, porque tú y yo, porque yo y tú, estamos hechos para encontrarnos, pero tal vez el lugar da igual, o el momento, y qué le importa a nadie si soy yo quien no se acuerda en que página logre de ti olvidarme, que importa al rico si el mantel del pobre es la alfombra que excusa sus vergüenzas. Te has ido huidiza entre ríos de tinta, has manchado los versos inmaculados con tu arrogancia, pero sé que volverás, que echas de menos que te abrace, que te tenga entre mis manos y que te deje escapar en una exhalación impetuosa de mi esencia más humana. Sedosa, cristalina, inquieta y versátil, quién soy yo para hacerte mía, para encarcelarte entre mis brazos, en la comisura de mis labios, para impregnarte de las huellas de mis manos, quién soy yo. Y quién soy sin ti, y quién eres tú que me besas y te escapas, me amas y desprecias, me atas a ti como un esclavo y sueltas mis cadenas aplomadas al compás de un sufrimiento. Y quién soy yo para enrejarte, para ser carcel de tus besos, para asfixiar tus pasos con mi veneno, para calmar tu sed con mi arrogancia, para destrozar tus intenciones con mi esmero, y quién soy yo sin ti. Ni sé más, ni quiero, ni tengo fuerzas si no estás, si no abres mis puertas, si no encandilas mi camino, si no alfombras mis pasos. Que imperfecta sería mi existencia, que triste, que lamentosa; que silencio, que agonía, quién soy yo sin ti, quién puede sin ti hallarse, maldita, impertinente, caprichosa y arrogante, inmortal, bendita y generosa inspiración. 

miércoles, 11 de febrero de 2015

Expolición



No tengas miedo, no llores, no tiembles, deja de reír a ratos. Deja de mirar paisajes escarpados que no existen, de navegar por paisajes encriptados en versos de humo. Deja de ver azules en lo ajeno, de ver cielos en otros ojos, y despierta tu ceguera a golpes, a fuertes sacudidas de honra que dilaten su acritud hasta tocarte el alma y mirarla con desprecio. Solo entonces, cuando veas aquellas protuberancias erizadas de monte inútil, con tu esfinge erguida y absoluta, cuando alcance tu mirada a ver que el fusilero cobarde vivía dentro de ti, cuando observes que los retorcidos quebraderos de ideales no anidan en uno mismo sino en la propia perfección. Solo entonces,  aquellas motas grises, barreras interminables de ínfima altura, esbozos de arena disueltos en el amor -en el propio y el ajeno-, liquidados cuando el frio de tus manos se turbó con el cálido apasionamiento de alguien que se ama, descansará tu inquietud. Solo entonces, solo ahora, despertarás de tu absurdo, de la empecinada gravedad que acuciaba tu humano cuerpo, tu alma y hasta el tesoro invertebrado de tu persona, el ímpetu y los sueños que parecían disueltos al fragor que ahogaba tus pensamientos,  el nudo marinero que ciñó  con ahínco tus palabras exhaladas, tus gritos inútiles y tus deseos silenciados.  Solo entonces, solo ahora. Porque hay una existencia pasajera que vive en ti con ganas de vivir, de amar, y de ser testigo de todo ello desde la atalaya privilegiada de un alma en paz consigo misma, con los deseos, con la vida y con uno mismo. No tengas miedo, no llores, no tiembles y deja de reír a ratos.