domingo, 20 de enero de 2013

Me alegro



Sí. Es ese abismo neutro en el que pareces caer casi por la inercia corpórea de esos segundos que pasan y te van acercando sin merecerlo. Ese impulso galopante que manosea tu espalda a golpes, que lleva tu cerebro por delante pero te hace caer de rodillas como un niño que no quiere, pero desfallece. Lo maravilloso de este mundo es entonces. Cuando vas a caer con el paso inerte y los ojos invertidos al paraíso o qué se yo, sólo entonces bajo tus pies se torna firme lo terrenal, se vuelva tersa la piel que se tragaba tus lágrimas en su manto de polvo. A veces la luz y la suerte conviven con la humana existencia para dar forma sencilla a los sueños, para colorear las tardes que la lluvia turbó con su manto gris y un arcoiris incoloro y desganado. Sólo entonces te das cuenta que a veces es bueno que vengan a decirte lo banal de tu existencia, lo inservible de mirar de reojo, lo inútil de caminar buscando chinas en el camino y lo absurdo de detenernos a la orilla de los ríos cuando hay mares esperando al final del camino. Me alegro, a veces, de encontrar el abismo para saber que nunca es tan hondo el frágil hueco en el que caímos como el sentido del camino que caminamos juntos. Me alegro.