miércoles, 30 de septiembre de 2009

Miradas diferentes

A veces pienso que no merece la pena vivir. A veces me levanto soñando que todo es una mentira y me doy cuenta de que sigo viviendo la pesadilla. Hoy lo he vuelto a intentar pero no he tenido suerte. La esquina está retorcida y apenas logro darle la vuelta, el frio húmedo rociado de olores putrefactos que levanta este otoño incipiente me aflige aún más. Me cruzo las miradas y se clavan como yagas en algún lugar donde guardo los desprecios como espetos apuñalados en mi alma. Los chasquidos resuenan en mis oídos como latigazos de odio. Nada está tan cerca como la muerte cuando solo te acompaña la soledad, pero nada es más imposible que vivir cuando convives con el desprecio. Voy arañando sonrisas en las paredes que calmen mi ansiedad, me invento caras amables, imagino niños que me lanzan piezas de pan, veo manos que se tienden en mi lomo buscando calmar mi necesidad. Oigo música en el claxon que me advierte, voces que me llaman, pálpitos que se mueren al despertar de los sueños que llevo en la mochila de mi ignorancia. Tengo descalza el alma, desnudo mi pensamiento y absorto el poco entendimiento que apremia mi necesidad de caminar sin destino. Busco una morada donde dar paz al resquemor que me persigue, tengo sed de amar, leo los pasos de otros y busco huellas que desaparecen, pero tal vez nunca encuentre lo que busco. Estoy condenado a morir en brazos del exterminador municipal, sé que mi vida tiene los días contados con la firme curvatura de la hoz que caerá sobre mi cuando mis torpes pasos se equivoquen. Mientras, sé que hay ojos que me miran con cariño, que despierto inquietud, se que sonrojo a quienes lo hicieron alguna vez sin piedad y sé que soy un valiente que quizás esté condenado a no sufrir más. Mis deseos no son más que utopías. En un mundo de falacias, ser animal no garantiza nada, pero mi fisonomía canina y mi condición de huérfano terminará con mis huesos en algún cementerio de cadáveres olvidados. Esto será lo mejor, he visto horrendas humillaciones y vejaciones, he oído llantos que no se pueden explicar. Pero aún hoy, y tras mi experiencia, confío en torcer la esquina y convencerme de que el aliento se puede perder, que es posible sonreír y lo que es mejor, que la condición humana sabe amar, aunque a veces no lo haga ni consigo mismo.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Desaparecer o sobrevivir

No he desaparecido, y más que quisiera en alguna ocasión. Me encuentro inmerso en las ya consabidas trabas iniciales del inicio de curso. Esas ataduras locas que atrapan el tiempo y lo acorralan en todas las esquinas haciéndolo desaparecer. Me tienen loco los enanos pero en unos días cuando todo vuelva a la normalidad, o tal vez cuando me acostumbra a la anormaliad diaria de mi vida, repiense temas que subir. De momento dedico todo mi esfuerzo a las adaptaciones curriculares, a nivelar lo innivelable, y a intentar ser justo conmigo mismo para poder serlo con los demás. Ni tenemos calidad en la educación ni nos la proponemos. Andalucía camina al fracaso porque empieza a caminar de espaldas y desde donde ésta pierde su denominación. Es agrio, frio y casi injustificado que me desahogue por aquí pero no puedo hacerlo de otra manera. Intentaremos cambiar lo imposible, hacernos ídolos de promesas perdidas. Sabedores en todo caso de que es una lucha sin sentido en un camino por el que solo cabe la política y la necia y absurda utopía como producto sanguíneo de este cuerpo que derrama a borbotones la ineficacia. Estamos derrumbando montañas con punzones, desde arriba todo tiene un perfil diferente pero desde aquí abajo no solo se ve absurdo si no que, además, duele. Con Dios, o sin Él, como hay que decir ahora, aunque no sepamos ni sumar dos mas dos. Bendita Educación.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Cerrojos oxidados

Ya no me acordaba si la llave era la azul o la verde. La cerradura estaba un poco endurecida y la puerta empolvada. Con un poco de suerte y algo de memoria conseguí tumbar mis miedos y dar luz a lo que mis sueños iban inventando tras la puerta. Al abrirse, todo era tan igual como siempre fue. Ese olor a casa, a cobertizo en malas temporadas, a pañuelo rancio que seca tus lágrimas, a hogar, a cálida bienvenida preotoñal. Todo estaba en orden, tal y como lo dejé al marchar. Las letras apenas se habían movido de sus habitáculos, o al menos, habían disimulado con la suficiente fortuna para que no lo pareciera. Miraba a un lado y al otro intentando reconocerme, dar sentido a lo que respiraba y dediqué un tiempo a ordenar las sensaciones en espacios de la memoria donde duerme el recuerdo de los sentidos. El escritorio estaba empolvado, pero tan suave como siempre, la pluma cargada de tinta siempre presta a derramar locuras, e inquieta por desatar los nudos del silencio que la corrompían sin saberlo. Era mi casa, mi hogar, y todo estaba en orden. Dejé las persianas entornadas para que no viniesen a robar pero cualquiera pudiese ver desde fuera algunos de los habitáculos llenos que dejé en el interior. Hoy he vuelto con ganas de que entre una ráfaga de aire nuevo a desempolvar los secretos de un verano duro, intenso y maravilloso. He abierto las ventanas al mundo y me he sorprendido al pasear por los alrededores. Mis vecinos han seguido por aquí, en muchos casos abriendo sus puertas como antaño y dejando maravillas en prosa con las que me he puesto al día de aventuras y vicisitudes de un verano que no aplaca por igual a los inquietos corazones. Otros, se marcharon buscando un merecido descanso y ahora vuelven con inusitadas ganas. Los he visto pintando sus casas, dando brillo a sus ya de por sí relucientes baldosas. Como quiera que sea, estoy muy feliz de haber vuelto, pero más de haberos encontrado a todos, cada uno en su sitio, como si nada hubiese cambiado, como si el tiempo se hubiese detenido con exactitud en nuestras vidas. Y es que no hay nada mejor que encontrar todo como siempre, volver al blog y encontrar a tantos sonriendo detrás de algunos versos, en el velo que descansa tras el maravilloso cuadro de las letras. Es un placer volver, pero una inmensa alegría reencontrarme con todos vosotros. Gracias por seguir ahí.