lunes, 14 de mayo de 2012

Odio: Construcciones de lo humano


Está claro que no todos podríamos tener la abnegada filosofía himinóptera, o la resignada manera de obrar anthóphila. No obstante, creo tanto en la condición humana que a veces hasta con sus errores trato de justificar las excepciones más que de convencerme de que la nobleza ha dejado de existir en esta especie.

Por más que mil puñales rompan mi epitelio, aunque un millón de espinas se claven en mis manos al dar una caricia, o incluso aunque un abrazo roto sirva para desgajar mis entrañas desde mi sien hasta mi tórax, me niego a pensar que esta raza es fruto del rencor y ciega servidora de la envidia.  Me niego a ver las piedras pasar junto a mi rostro, me niego a ver montañas en mi camino, me niego a ser objeto de la ira, me niego a ser el blanco, el centro, el fuego alado de una fuente de ardores incontrolados.

Y no sé si por mi ceguera, por mi absurda creencia en lo indómito del ser, por mi fe invidente en lo humano, o tal vez por no querer reconocer la natural concupiscencia humana, por la inevitable coincidencia con el ser. Me humilla ver en otros condiciones que bien puedo merecer, deseos que hoy no pienso y algún día pueda padecer, ignorancia de lo ajeno, dolor propio en la felicidad de lo extraño, humillación en el progreso de quien puede ser. 

Odiar es peor que ser odiado, envidiar es peor que ser envidiado, ignorar es peor que ser ignorado, pero para matar no basta ser matado, sino querer ser y no serlo, envidiar sin ser enviado, morir en la ignorancia, ignorando, querer humillar siendo vilipendiado, y ahogarte en un mar ajeno con el amargo sabor de tu propio veneno.

martes, 1 de mayo de 2012

Sonreir -pese a todo-


Como sabes que pienso exactamente lo que estoy pensando, no tengo más que mirarte para que sepas que has descubierto el mayor de mis secretos. Aquel que guardo cuando despierto pensando que le robo las palabras al libro que has escrito mil veces sobre mis manos. No tengo secretos para ti porque duermen en tu regazo, no tengo verdades escondidas porque las aprendí de tus deseos, no tengo sueños imposibles porque haces fácil el mayor de mis imposibles. 
Es fácil amanecer desde la cúspide de tu sonrisa, desde el páramo denso de tus latidos, desde el impenetrable brillo de tus ojos, desde el manso silencio de tus caricias. Pero me cuesta llegar al sórdido tintineo de la luna sobre el tejado cuando ya no estás. Al menos sé, que amanece, en la plenitud de tu existencia, en tus ojos, y en la extraña sensación de que es más temprano cuanto más rápido pasan las horas.



Mientras caminamos, sucede algo más que el tiempo, sucede la vida, la existencia y las emociones que viven en ti, en  los sueños. Nadie perturbará jamás ese momento y todo cambiará por más que se empeñen en hacernos ver su mundo en nuestros ojos, acostumbrados a mirar por otros cristalinos, pero incrédulos y resignados, espero. Feliz día del trabajo, y ojalá que feliz para todos.