martes, 23 de noviembre de 2010

Crónicas

Sigue muriendo espeso el sabor tibio en los labios, casi sin derretirse aún y buscando sonrisas de diciembre en un año ahogado en sinsabores y barrizales. La espesa niebla de un otoño gris como el verano emancipado de sus entrañas y caduco como la lluvia de este martes, no se disipa aún de mi horizonte. Ato nudos a destajo y sigue el vendaval golpeando con fuerza el mástil que apenas sostiene la mayor desgarrada y ensangrentada de espadazos de una furia eléctrica y feroz de la vida misma en sus avatares. Siempre hay luz, y calma, allende la tempestad, pero no por ello alzar la vista es menos doloroso, ni deja de caer el mundo en su esfericidad al vulgo terrestre frente a mis ojos.