Sigue muriendo espeso el sabor tibio en los labios, casi sin derretirse aún y buscando sonrisas de diciembre en un año ahogado en sinsabores y barrizales. La espesa niebla de un otoño gris como el verano emancipado de sus entrañas y caduco como la lluvia de este martes, no se disipa aún de mi horizonte. Ato nudos a destajo y sigue el vendaval golpeando con fuerza el mástil que apenas sostiene la mayor desgarrada y ensangrentada de espadazos de una furia eléctrica y feroz de la vida misma en sus avatares. Siempre hay luz, y calma, allende la tempestad, pero no por ello alzar la vista es menos doloroso, ni deja de caer el mundo en su esfericidad al vulgo terrestre frente a mis ojos.
Siete años
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No recuerdo el día que nos conocimos, ha llovido mucho y en la Plaza Nueva
ya no se coge el 17 que me llevaba al Polígono. Eran años de vespino,
Tremendo...
Hace 5 años
4 comentarios:
Y sigues escribiendo maravillosamente bien.
Un fuerte abrazo, querido Miguel.
Qué lindo escribes, Miguel.
Ninguna tempestad será eterna, ni al alzar la vista encontrarás todos los horizontes dolorosos, claro que no. Tú has visto muchos, y algunos te hacen sentir invulnerable ;-)
Saldrá el sol, pese a todo.
Salud y suerte para este año que viene. Muchas felicidades.
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