jueves, 14 de agosto de 2008

Comunicar sin pedestales, atriles de barrio..y sabios.

En uno de esos silencios que viven detrás del micro, acaso misteriosos y sonámbulos he encontrado esta tarde un motivo para volver. A veces las cosas meridianas de la vida son las que me hacen regresar a estos lares a arañar letras en orillas hasta que suba la marea. Mientras, en uno de esos cafés horrendos de máquina, o en un sorbo de ellos, he encontrado una conversación que me ha conmovido. La curiosidad de conocer a alguien que con un par de ideas en verso ha descrito mas de lo que quería. Me impacta los más sencillo, pero estoy saturado de grandilocuencia y magnetismos populares.
Hoy he conocido, - comenzado a conocer- a una de esas personas que pasan por tu lado sin conocerlas, y un dia, te das cuenta que ha dejado sobre tu memoria sus apuntes, o en tus palabras su impronta, o un recuerdo. Se lo dejo a este maravilloso mundo del periodismo, fruto de su magia, de su grandeza y de las sorpresas que viven en él. De las pocas satisfacciones de este trabajo gratuito e ineficaz, es conocer vidas, sentir el pálpito humano invisible tras el micro, imaginado e imaginable. Me inquieta ese tipo de profesionales que esconden su grandeza en lo sencillo de su persona, jóvenes que tienen qué enseñar y muestran una mirada de aprendiz hasta al novato. La sencillez esculpe la magnitud del corazón en galones dorados que relucen en tiempos de escasez. Fernando, una voz templada y acompasada, de las que no encuentro en el dial por mas que busco allende Carlos Herrera, es capaz de plasmar en el campo herciano historias con sabor a humanidad, diálogos de flexo, y conversaciones de la abuela Rosario. Quizás por eso, comunicar sea su debilidad más sencilla.
Un hispano, de esos andaluzados del bajo guadalquivir, anclados en la solera de su sevillanía, pero exquisito en las formas, el trato, y la mirada que gestiona con la suficiente sapiencia de quien la esconde tras un micrófono, sabiendo hablar con ella a un oyente que se multiplica tras el receptor. Está bien ir caminando por piedras y encontrar un llano donde desclazarse y resfresacar las heridas de unos pies cansados de estrellas terrenales, o eso creen ellos.
Me iré satisfecho de este trono público,-lo intuyo- y no por lo que me quede por aprender aquí que calculo no será mucho, -y no falta voluntad-, sino por las vidas que estoy conociendo, esas que anidan tras una voz, tras un micrófono, esas que viven en el aire, en la imaginación, en los oyentes, en los sueños y en las pesadillas.

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