lunes, 15 de diciembre de 2008

Travesias

Por fin llegas, vacilante e inquieta, serena en tu frágil navío. Oteaba el horizonte buscándote sin hallar una ola submarina que escribiera los poemas que tu vienes a narrar. Espumosa, y volteando el océano a tus pies, insolente y caprichosa, dando sorbos salobres hasta morir en la orilla arenosa de la humanidad.
Mirándote bien no se por qué pasé tantas horas esperándote, vidrio gélido de profundidades, cajón roto de verdades que escaparon en corrientes de alta mar. Pero sabes, baúl acristalado de sueños que navegan sin rumbo, que ansío tu llegada como el ojo persigue la esquina para ver el más allá. Húmedo y empapado de tinta aferrada al papiro me ha llegado tu mensaje, tardó mas de lo que esperaba, decía menos de lo que ansiaba, pero me bastó. Ahora se tanto de ti como tú, tanto de mi como el mar, tanto de nosotros como queríamos saber. Quise responderte, pero el mar no me dijo tu dirección, aún sabiendo la mía.

2 comentarios:

Juanma dijo...

En todo caso, mi querido Miguel, responde...siempre hay alguien que espera. Le vendrán bien los mensajes y caricias de tu maravillosa prosa.
Un abrazo, querido amigo.

Mar de Luz dijo...

Gracias por ese mensaje oculto de tu travesía...
Aunque el papiro no hubiese traido ni una sola de las letras escritas hubiera sabido que era tuyo,sabes porque??
Por el olor a paraiso...