miércoles, 17 de septiembre de 2008

Gris

Estoy en uno de esos momentos que necesito muchas manos que vengan a conformarme y a reconfortarme con los tiempos que me llegan. No es más que el deseo de no sentirme solo. Cuando parece que la vida deja de sonreirte a pausas enormes siempre miras al lado para que alguien -todos- ponga su mano sobre la tuya en alguna montaña infinita.
Sentir la piel me hace más fuerte, me enseña el camino cuando todo está nublado y recuerdo momentos que me hacen sentir bien. Parece tan inocente, tan pueril. Pero es que no somos más que eso, niños grandes que se pierden en días nublados, navíos que han roto el palo de la mayor.
Ya veo la luz, se que es tenue y hago un escorzo por alcanzar el horizonte saltando sobre los días que se oscurecen. Creo que estos momentos me hacen amar la vida con más fuerza, dar sentido a los millones de maravillas que me rodean, y a esas cosas minúsculas que se hacen enormes.

3 comentarios:

Juanma dijo...

"Somos niños grandes que se pierden en días nublados"...qué frase tan hermosa.
Aquí tienes mi mano.
Un saludo.

Anónimo dijo...

¿Recuerdas aquello que decía que también de las nubes negras, cae un agua limpia y fecundante? No se de quien es la frase, creo que te la mencioné alguna vez, y te la ofrezco de nuevo junto con mi mano, para cuando lo necesites.
Un abrazo

Miguel dijo...

Gracias por vuestros comentarios. Se agradecen las visitas reconfortantes, sale antes el sol, fecunda el agua y sonreir deja de ser una utopia.