lunes, 20 de octubre de 2008

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Quedan pocos minutos para que coja el coche de nuevo, tome el camino de vuelta y retorne al principio. Como cada lunes, equipado de sabores dulces que aún llevo en mi retina, de momentos inolvidables de los mios en el paladar, voy almacenando las escenas en pedazos de asfalto húmedo de la mañana que quedan tras mis huellas. Me gusta conducir, como diría aquel anuncio, porque es el momento de soledad impuesta más dulce de cuantos tengo. Es el repaso rápido a un fin de semana que intento aprovechar siempre como el último y el momento preciso para organizar la semana a golpe de volante. Se me pasan los kilómetros y a veces despierto de mi aletargo, como si volviera de nuevo, con un sobresalto que me pregunta quién habrá estado conduciendo aquel tiempo que estuve ausente. Que sensación más rara, casi asustada de todo lo que pasa, pero de nuevo el paisaje me pierde en divagaciones de todo lo que llevo conmigo y lo que quiero hacer en estos cinco próximos días con mis alumnos.
Algo más de dos horas de idas y venidas, de sonrisas solitarias, añoranzas, planificaciones, sueños, un arcoiris de sensaciones que me hacen sentirme vivo. Me gusta almacenar fotografías de paisajes, de momentos. Suelo cambiar la ruta poco, pero cada vez que paso por los mismos sitios me parecen diferentes. No hay un solo momento que me parezca igual a otro. Los paisajes tienen la caprichosa manía de iluminarse y oscurecerse, de cambiar colores y animales, de colocar perspectivas diferentes en la retina y de hacerme disfrutar de marcos que no había visto antes.
Será una visión optimista, pero me gusta cada mañana de lunes cuando escuchando la radio navego por tertulias cafeinadas, por mesas redondas de micrófono abierto que hacen el día perfecto. Creo que es de nuevo ese magnetismo herciano el que me contrae el alma y me hace dudar de todo, hasta entristecer echando de menos tantas cosas y poniendo preguntas que leo en los hitos kilométricos escritas en cursiva. La radio, la canción de cuna, el sueño del niño, la pasión y el deseo de reencontrarme de nuevo. De momento, me conformo con disfrutarte de nuevo como oyente, peor no sera por mucho tiempo. Cuando algo llama a tu puerta con tanta insistencia, has de oír, has de atender, quizás cuando abras ya no esté. ¡Vaya!, estoy llegando y los doscientos cuarenta y dos kilómetros se han esfumado encerrado en mi cárcel de cristal, creo que iba conduciendo pero no estoy muy seguro, lo único exacto es que he llegado: Alcaudete, bueno sin la "A", cosas de críos, parece un pueblo catalán, ironías, pero es mi nuevo mundo, mi nuevo paraíso. Hasta el sábado, o como diría aquel, hasta dentro de tan poco como tu quieras.

5 comentarios:

Juanma dijo...

Cuando algo llama a la puerta con insistencia, sólo pueden ocurrir dos cosas: una, que terminemos por abrir; dos, que ese algo derribe la puerta con violencia.
En ambos casos, la conclusión es la misma: retorna aquello que hemos querido.
Buena semana, querido amigo.

sevillana dijo...

Muchas felicidades por haber sido elegido por la Radio de los Blogueros como la mejor entrada de la semana.
Saludos

Juan Antonio González Romano dijo...

Me sumo a las felicitaciones por tu premio a la mejor entrada

Juanma dijo...

¡¡Enhorabuena, querido amigo!!

Miguel dijo...

Gracias Sevillana, Juan Antonio y Juanma. Ha sido maravilloso, no lo esperaba en absoluto y además no me creía parte de esa gran comunidad que formais junto al genial Fernando. Gracias también a ti compañero. Llegaba de Jaén, a eso de las ocho menos algo, y sintonizé Punto Radio, la voz de Cristobal me traía recuerdos, pero fui casi al final cuando Fernando anunció la mejor entrada. No me lo creía, me parecía un sueño de esos que me embargan en mis largos trayectos. Os lo agradezco enormemente y aunque no os pueda oir me siento muy cerca de vosotros, gracias desde este pequeño paraiso a Ferando, Cristobal y Tere. Seguid trabajando como hasta ahora, sois grandes profesionales, y lo demostrais a diario. Un abrazo fuerte para todos vosotros y esta magnifica comunidad bloguera.