...que mas da dónde pasa. Da igual donde suceda, si respeta y acata las normas, el limite epitelial de lo humanamante sano. ¿Quiénes somos nosotros para arañar la naturaleza, para descarnar el cuerpo o artificializar la concepción? Tildamos el mundo de machista, esgrimiendo las dudas que se ciernen sobre el lenguaje social y cuando se infiltra la igualdad artificializada nos ponemos a temblar. ¿Por qué no podría dar a luz un hombre? No es la sola sensación carnal, sentimental, la que aterroriza a la humanidad. Es el
derrumbe catastrófico del legado machista que impera en los suburbios de nuestras conciencias incrustado el que tememos. El miedo a pensar que seremos iguales, o mejor, indiferentes. La naturaleza no cambia, degenera sin perder sus raíces. Nos empeñamos en maquillar a golpe de bisturí, lo que parece ser un cambio natural, o un capricho inentendible de la naturaleza humana. Pero ella misma, con su fuerza aplastante nos demuestra que no se puede derrocar su poder. Se ha levantado sobre sus cenizas y nos ha demostrado que si manipulamos, también ella sabe asustar, y generar vida de cuerpos que nos parecen hacedores de otras circunstancias. Yo creo que el debate no es si un hombre está o no embarazado, la pregunta es si soportaríamos que un hombre estuviera embarazado siendo tal. Tenemos miedo a los cambios, nos desequilibra lo desconocido, nos asusta, pero somos alquimistas descontrolados, metemos el mundo en pipetas y buretas y cuando se condensa nos echamos a correr. Pensamos que lo controlamos todo y no tenemos control ni sobre nosotros.
