domingo, 20 de noviembre de 2011

Cerraré mis ojos...

...y apagaré las luces que aún quedan encendidas en el hueco de la escalera. Esa que sube a los paraísos que nunca alcanzo y que busco detrás de la almohada. A veces siento que no vale la pena ir haciendo sombras con los manos, llorar las despedidas, ni endulzar los cantos de las puertas antes de abrirlas. La vida viene a tus brazos como vive y como respira, llega al umbral de tu ignorancia con una sonrisa y se marcha perspicaz y hábil entre los dedos de tus pies con un eco sordo que te deja pensativo, pero poco más. La vida sobrevive nuestra arrogancia, nuestra quietud y nuestra miseria, le importamos poco más que lo que la ocupamos. Al fin no somos más que tiempos acumulados, pinceladas de un cuadro que cambia su lienzo cada tarde en un lecho y lo vuelve a repintar sobre la marquesina dorada en los brazos de una madre. Cerraré mis ojos y haré paredes sordas en mi cuaderno, plumas ciegas de hojas verdes. Es inútil cambiar el mundo a piezas. Me iré a dormir como siempre, despertaré y quizás entonces abra los ojos de nuevo. Entonces, solo entonces, abriré el camino de piedras, el saco que dejé junto a mi cama, aquel de las perfecciones. Leeré el primer fragmento y empezaré por el principio. No, mejor, por donde pueda.

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