lunes, 5 de julio de 2010

Ciclos

Pensar que estamos pertrechados con los justo para sobrevivir nubla en ocasiones el verso de la realidad. Marchas pensando que nunca se acaba, que la puerta que cierras la puedes abrir al amanecer. Pero cuando la noche ha caído, el silencio seco solo tiene oídos para la luna, todo acaba, y mañana solo será un nuevo día, distinto ya a todo lo anterior. Esta perniciosa convivencia con el cambio, a la que me presuponía acostumbrado por la propia inercia de mi vida, ha terminado por dejarme sentado a media altura en la roca que aún te permite tocar el océano pero no te deja perder el contacto con la tierra. Es el atril perfecto, la panorámica ideal para no caer en falsos testimonios, en añoranzas inútiles o en el desencanto vitalicio. Pongamos que son pruebas, que es la dinámica pura de la existencia o el capricho elegido, pero no por ello resulta más sencillo. Con todo, me gusta experimentar estos sentimientos, ver cómo reacciona el alma en silencio, y comprobar como la existencia se alimenta compartiendo. Seguiré mirando el vacío, pero imagino que cada vez con más madurez, cada vez con más sentido, y cada día con la ilusión de que se cerró esta puerta, como tantas, pero aún conservo el sueño de abrirla cada vez que me presten la llave para hacerlo.

3 comentarios:

Juanma dijo...

Si no hay llave, patada en la puerta. Me llamas si fuera preciso.

Un abrazo, mi querido Miguel.

Anónimo dijo...

He descubierto tu blog por casualidad y me encanta como escribes.
Espero que no te importe que siga leyéndote y comentándote.

AB

Miguel dijo...

Juanma, siempre preciso, fino y perspicaz. Inigualable tu comentario. Un abrazo fuerte amigo.


Anónimo, tienes las puertas del paraíso abiertas y el salón a tu entera disposición. No suelo cerrar con llave, porque los que entran saben bien el camino y suelen ser tan prudentes como tú. Un saludo.