viernes, 11 de junio de 2010

Cartas sin sobre

Volver a mi silencio era la receta justa para llegar al punto de encuentro. Allí, junto a alguna encina atravesada por el paso del tiempo, de brazos robustos, frente alta y sobre la tierra llana y espesa donde el sudor descansa ,te encontré. No sabía en qué momento de mi vida llegaría, pero tal vez no lo elegiste tú, ni lo hubieses planteado así, o tal vez sí. La ausencia de explicaciones hace más sencilla la existencia y más útil el cuidado del alma, preocupada de egoísmos que mueren en la libertad individual de nuestra ególatra deidad. Hoy, cuando te estás marchando, sin agónicas despedidas, sin falsos golpes de tez, sin besos judaicos, en silencio, y con la fortaleza impertérrita que siempre descubrían tus ojos, sé que estás acariciando la mano de quien te acompañó en este paseo. Sabes que llorar de nada sirve, que los hombres lo hacen, pero tú no, que el dolor es parte de la vida y la anestesia del sufrimiento, pero sabes también que nunca pude ser así. Déjame llorar tu ausencia aunque no me veas, déjame ser débil y echarte de menos, recordarte y escuchar tus ideas, tus explicaciones, tus irreverencias, tus deseos, tus sueños incumplidos y tus miedos de media tarde. Déjame enviarte esta carta, y cuando la recojas no se lo digas a nadie, léela en silencio y no me contestes, que seguro sabré que la leíste. Te envío algo más que un puñado de letras, te escribo algo más que un sinfín de sentimientos, te llevas una parte de mi; pero me quedo con un inmenso libro de emociones que guardaré para siempre en la biblioteca de mis sueños.

5 comentarios:

Reyes dijo...

Un beso enorme. ¡que maravilla de texto!

Mar de Luz dijo...

De las cartas más bonitas y con más sentimientos que he leido nunca.
Una despedida que solo personas como tu saben hacer,te admiro.

Un abrazo Migue

Antonio Diago dijo...

Por lo menos te quedas con algo positivo, que no es poco. Me ha encantado leerte una vez más. Hasta el lunes Miguel.

Antonio Diago dijo...

Ahora entiendo mejor tu carta... :(

Anónimo dijo...

Un texto maravilloso.

AB