lunes, 3 de noviembre de 2008

Luz

10:29, suena el teléfono. Por esto de las melodías, se que no es un número conocido. 615..., puf, solo espero que no sea del trabajo, o temas adyacentes que diría aquel, no tengo ganas de decirle dónde se coloca el poster de telefónica o por dónde tienen que tirar el cable, o el lugar en el que necesito la red para montar la adsl. Hoy no trabajo. Día de libre disposición que ha cogido el centro, bueno, la población en sí. Para mi uno más para disfrutar de los mios y estar en casa en la estufita leyendo blogs y compartiendo la mesa, comiendo en compañía, que ya es bastante para mi.

Era una persona que ha cambiado sus mañanas en casa con las labores de cada día, por una fría estancia entre paredes blancas y tubos que descansan en una cama llena de lamentos desde hace seis meses. Los que lleva María sufriendo golpes que da la vida en el cuerpo joven de su marido. Después de esquivar la muerte en un escorzo de valentía y esfuerzo humano, las ganas de vivir le han dado otro aire a una situación que parecía se había vuelto gris. Cuando se derrumban los motivos, las ilusiones, el maldito virus de este siglo logra abatirte y tumbar tus esperanzas. Pero hoy la vida deparaba un respiro para ellos, una alegría que llenaba de lágrimas sus ojos y entrecortaba su voz.
El miedo a perder la identidad fluye en nosotros desde que nos configuramos, la estética navega en nuestras vidas como la foto que envejece en la cartera. Nadie quiere perder su rostro en tiempos de cirugía gratuita y de amor a lo figurativo. Hoy, que la imagen dice más que millones de palabras, que te juzgan por tu apariencia, cambiar la luz que ilumina tus ojos, girar tu cara por caprichos del maldito cáncer era demasiado castigo para un joven cuya mayor ilusión es ver sonreír cada mañana a su hija y poder besar a su mujer agradeciendo todo lo que hizo por él en aquel maldito hospital. Todo lo mejor guardaba el destino para ellos.
Con voz emocionada y una desbordante alegría me lo confirmaba, nada va a cambiar, lo intervendrán pero sin consecuencias estéticas, las pruebas han salido bien y Dios ha dado un respiro a estos jóvenes cansados de sufrir la apatía, el dolor y el pesar de un sufrimiento que dura demasiado.

Es de esas mañanas que te cambian el día, de esas que sueñas se produzcan de una vez cuando esperas algo con ansia. Se empieza a ver la luz en un camino lleno de sombras, pero me alegro hoy de cosas minúsculas que engrandecen la leyenda. Me alegro de haber tenido batería en el móvil, de no tenerlo en silencio como de costumbre, de que brille el sol, de que llueva, de que alguien especial para mi venga a comer con una sonrisa que hace tiempo no veía en sus labios, me alegro de estar aquí para poderla abrazar. Hoy, ha merecido tanto la pena levantarme y respirar que se ha coloreado todo de azul celeste, hasta mis ojos. Puede que sea el velo cristalino de esas lágrimas que me han emocionado, pero estoy seguro que es parte de un nuevo cristal con el que mirar la vida. Solo las cosas importantes merecen la pena, lo difícil es definir, hallarlas, y valorar con el suficiente conocimiento como para no sufrir con vanidades.

5 comentarios:

sevillana dijo...

Me has emocionado con esta entrada, no se porque me he acordado de la enfermedad de mi madre, preo la de ella no tenía cura por mucho tratamiento que recibió.
Me alegro tanto de toda aquella persona que lucha por su destino, por su supervivencia y al final lo logra. Saludos

Juanma dijo...

Hay algo para tí en mi blog.
Un abrazo.

Juanma dijo...

Y ahora decirte que qué bonito...sin palabras.
Un fuerte abrazo.

Mar de Luz dijo...

Caen lágrimas por mi mejilla...
Maravilloso, hermosísimo.
Mientras hay Luz hay vida,también tú llenas de vida con tus palabras.
Eres puro sentimiento y corazón.
GRACIAS Migue, gracias.

La gata Roma dijo...

Es fantástico tener cosas que nos alegren el día, que nos peguen un giro y nos hagan pensar que quizás si que merece la pena estar aquí.
Kisses, y felicidades por todas las alegrías que la salud pueda concederte.