miércoles, 16 de enero de 2008

Quiero que sepas...

Hoy es un día de esos que deseas borrar de la agenda, arrancar de cuajo del calendario o entipar con absurda inocencia. No se explicar lo que he sentido cuando una llamada de teléfono, después de destripar la tarde documentando, me ha desencajado la mirada.
He sentido la hoja de acero desgarrándome sutilmente cada epitelio, he visto el iris enrojecido y oía el goteo pausado y cristalino de la herida. De la gramática tediosa del dolor apenas emitía un susurro que rompiera en llanto, varado como el lomo viejo de la barca que perdió su sino en la orilla del negro mar. En el punto justo, allá donde abre la vereda el camino entre lo irreal y lo diario, pero exhausto por el dolor, indeciso y temeroso, prefería, en mi cobarde humanidad, no tener oídos para asimilar cuanto me contaban. Afanado yo en disfrazar al gusto algo que comer, y en los brazos de la nada, entre sábanas blancas decoradas con verdes cruces, la madre de mi mejor amigo se despedía de todos con su sonrisa afable.
De camino al fin de la humanidad, terminando la vereda con suspiros de mujer valiente, con sus pulmones encharcados de cariño, ternura y pasión, con su corazón latiendo suave y aprovechando cada sístole para dar el último susurro de amor a los suyos, y cada diástole para quererlos mas. Y yo pensando en el maldito linfoma, y lo injusto y jodido de quien no entiende el futuro por más que vive el presente y se acuerda del pasado.
Déjame pasar las últimas horas contigo, dejame resarcirme de cuanto hice mal en esta vida y dejame hacerte saber antes de marchar, que tu hijo y yo retomaremos lo nuestro, corregiremos los errores y lucharemos por recordarte como siempre, sonriendo y feliz. Que el mar bendito de tu Isla Cristina te espera, le faltas y te ha elegido para navegar. La estrella que buscaré en mis travesías, el norte de nuestras noches y el recuerdo, la luz perenne de la Higuerita brillará siempre, pero solo eso, iremos contigo a buscar su aroma, a impregnarnos, como si nada fuera distinto.

3 comentarios:

Rocío Jiménez dijo...

Qué triste, y eso que supongo que no puedo llegar ni siquiera a entender ni la mitad de su significado... Muchas gracias por el ratito que he pasado en tu blog. Me ha gustado mucho. Volveré... Un besito enorme, Miguel.

Anónimo dijo...

Gracias Migue.
Tu amigo. El Mindu.

Anónimo dijo...

Acabo de leerlo y he vuelto a llorar. A veces necesito cosas que me hagan parecer un poco más humana, ya que otras, siento tanto dolor que me vuelvo fria y no descargo las tormentas que se forman dentro de mi. Gracias amigo por rendirle este pequeño homenaje.