miércoles, 11 de febrero de 2015

Expolición



No tengas miedo, no llores, no tiembles, deja de reír a ratos. Deja de mirar paisajes escarpados que no existen, de navegar por paisajes encriptados en versos de humo. Deja de ver azules en lo ajeno, de ver cielos en otros ojos, y despierta tu ceguera a golpes, a fuertes sacudidas de honra que dilaten su acritud hasta tocarte el alma y mirarla con desprecio. Solo entonces, cuando veas aquellas protuberancias erizadas de monte inútil, con tu esfinge erguida y absoluta, cuando alcance tu mirada a ver que el fusilero cobarde vivía dentro de ti, cuando observes que los retorcidos quebraderos de ideales no anidan en uno mismo sino en la propia perfección. Solo entonces,  aquellas motas grises, barreras interminables de ínfima altura, esbozos de arena disueltos en el amor -en el propio y el ajeno-, liquidados cuando el frio de tus manos se turbó con el cálido apasionamiento de alguien que se ama, descansará tu inquietud. Solo entonces, solo ahora, despertarás de tu absurdo, de la empecinada gravedad que acuciaba tu humano cuerpo, tu alma y hasta el tesoro invertebrado de tu persona, el ímpetu y los sueños que parecían disueltos al fragor que ahogaba tus pensamientos,  el nudo marinero que ciñó  con ahínco tus palabras exhaladas, tus gritos inútiles y tus deseos silenciados.  Solo entonces, solo ahora. Porque hay una existencia pasajera que vive en ti con ganas de vivir, de amar, y de ser testigo de todo ello desde la atalaya privilegiada de un alma en paz consigo misma, con los deseos, con la vida y con uno mismo. No tengas miedo, no llores, no tiembles y deja de reír a ratos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sencillamente sublime. No dejes de escribir. Somos muchos los que nos nutrimos de textos como éste. Gracias.

Anónimo dijo...

Y muchas

Miguel dijo...

Sencillamente GRACIAS.