Si pudiera arrimar mi almohada a tu orilla, entremeter mis sábanas en la
hendidura de tus yagas, si pudiera extender mis pies sobre el llano de
tus letras, separar entre mis manos los adverbios y besar la comisura de
tus páginas con el remanso de su olor a café. Dormir en tus brazos,
como soñando despierto. Despertar en tu alcoba, a tus pies. Solo así
podría explicarle a los niños que el mundo nace de un libro, muere en
sus pastas de sed, y vive por siempre en las letras de los que lo saben
leer.
Primer viernes de Cuaresma
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Primer viernes de Cuaresma, minutos antes de las siete de la tarde. Por
lontananza, recortaba la moderna silueta de las setas un atardecer
machadiano, ent...
Hace 1 año
1 comentario:
Te superas. Me ha parecido precioso. No me canso de leerlo. También, simplemente, observo el texto... Lo último que acabo de hacer es contar sus palabras, tus palabras. Creo que son 96. Enhorabuena Miguel, sigue escribiendo siempre...
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