sábado, 10 de enero de 2009

Olores

Ayer, mientras esperaba el comienzo de uno de los programas de radio que me gusta oír de vuelta a casa y que cada día me acerca más el horizonte cuando lo persigo con la mirada, escuchaba aquella frase balbuciente en los brazos de la guitarra " a qué saben los besos que no se dan". Casi sin quererlo automaticé todo lo que incomodara mi reflexión y me perdí en mi mismo dándole vueltas a las sensaciones de las que estamos llenos y llenamos. El miércoles cuando volvía al trabajo y saturado de escuchar en cada boletín informativo -escucho varios hasta que llego- la ola de frío siberiano que nos invadía, me dio por abrir la ventanilla del coche y hacer una prueba pueril pero necesaria. Mientras intentaba hacer una medición exacta y comparada de la sensación térmica, me vino un olor a sierra indescriptible verbalmente, un olor obicuo en los espacios de mi memoria. Un olor que dibujado no correspondía con aquel lugar, pero que evocaba tantas sensaciones, tantos recuerdos, tanta añoranza... "A qué saben los besos que no se dan". La vida está llena de sensaciones que nos transportan. Yo me acababa de perder en las calles del pueblo de mi madre. En los empedrados repechos de la sierra con el inconfundible olor a él. Y es que los lugares, las personas, los momentos tienen sabor y olor, tan unidos como el organismo humano quiera, como los sentidos hayan querido explayarse en ese momento, pero tan sentido como las emociones que te invadían mientras eran vividos.

El pueblo en el que trabajo me trae muchos recuerdos de mi infancia, de mis abuelos, de navidades en familia, de chacinas amasadas por la edad y la sapiencia, de encinas que arden a la lumbre de un buen libro. Olores inconfundibles que se mezclan con el frío, con la helada plasticidad de la fuente cristalina frente a la ermita. La vida esta llena de silencios que rompen a voces por las esquinas, con el aliento perfumado del recuerdo, los olores de niño, las sensaciones de vivir, de estar vivo, me alegro cada día más de poder olvidar despacio, de permutar el presente con recetas del pasado.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Vengo del blog de Juanma y me quedo prendado en este.
Los besos que no se dan saben a tristeza; también a veces los besos dados poseen el mismo sabor, aunque varía el tacto.
Volveré. Un abrazo.

Juanma dijo...

Me gusta que mis amigos te visiten. Y sí, los besos que no se dan saben a tristeza, a sueños, no sé, a sueños tristes.
Y a mí me apasiona el olor de las personas.
Hermosísima entrada, como es habitual.
Un abrazo, querido Miguel.

sevillana dijo...

Cuantas cosas somos capaces de recordar por un olor, un sabor o un beso.
Y cuantas no queremos recordar por un dolor, una palabra o una lágrima.
Besitos

Incongruente dijo...

Ante todo, gracias por tu visita a mi blog.
"Olores". Nunca he sabido contestarme a la pregunta: ¿Cual de mis sentidos me llena más profundamente el alma, la vista, el oído o el olfato?
Cuando, después de una larga sequía, caen las primeras gotas, el olor que impregna la atmósfera es tan intenso... tan lleno de vida que me hace levitar y soñar en otros mundos. Tambien cuando disfrutas de un paisaje...
Pero aquí, los olores los has llenado de tales aromas, que me han hecho levitar. Me gusta tu blog y lo guardaré entre mis blog a seguir. Saludos