Si pudiera arrimar mi almohada a tu orilla, entremeter mis sábanas en la
hendidura de tus yagas, si pudiera extender mis pies sobre el llano de
tus letras, separar entre mis manos los adverbios y besar la comisura de
tus páginas con el remanso de su olor a café. Dormir en tus brazos,
como soñando despierto. Despertar en tu alcoba, a tus pies. Solo así
podría explicarle a los niños que el mundo nace de un libro, muere en
sus pastas de sed, y vive por siempre en las letras de los que lo saben
leer.
Siete años
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No recuerdo el día que nos conocimos, ha llovido mucho y en la Plaza Nueva
ya no se coge el 17 que me llevaba al Polígono. Eran años de vespino,
Tremendo...
Hace 6 años

