Quizás le deba besos a la vida que robe por las esquinas las tardes que no querias verme. Puede que soñara un paraiso de un desierto, pero necesitaba embriagar de locura un pedazo de conciencia. Sé que no está bien que te lo cuente, pero fui debil, ignorante, y sonreía para borrar tus huellas de mis labios. Subía por las paredes con la mirada y bajaba lentamente recorriendo el quicio de hojas agrietadas esperando ver un detalle de tu silencio. Contaba grietas en los caminos que pisaba, caminaba con la aritmética perfecta de quien cuenta letras por pisadas. No encontré palabras de campiña, verbos de campo abierto, solo yagas, heridas de algún cansancio de aquel tiempo.
Y tú, seguías al sol como si nada, hidratando los resquicios de tu piel como si fueran a ser dorados con mas perfección. Menos mal que te rescató el iris de una venganza, siempre sales a tiempo, siempre tienes un suspiro de epitelio para dar consuelo.
1 comentario:
Unas entradas geniales. Me alegra leerte de nuevo. :-)
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