martes, 31 de agosto de 2010

El deseo de volver

Se pierde el último suspiro de este tiempo sórdido y ocioso. Va palideciendo el estío al ritmo de los días que decrecen en su alcoba, que van cerrándose húmedos y espesos buscando septiembres de incómoda prestancia y de inútiles intentos por afrontar la humana pesadilla de lo cotidiano. En definitiva todo vuelve al cauce normal que acostumbraba, a la monótona quietud de los días repetidos y anquilosados en el espíritu del hombre que vive preso de su trabajo como último reducto de vida y respiro. Como decía Silva en su última novela, -y no le falta razón- el ser humano está hecho para trabajar, para realizarse en su trabajo y para vivir de él. Andaríamos , como afirma Lorenzo, envueltos en luchas por la supervivencia, en desgarradores conflictos que terminarían con la especie sino fuera por el yugo laboral. Cual animales lucharíamos si no encontrásemos la vía de escape que nos cimenta, alimenta y fermenta, ese acicate paralelo a lo familiar que ocupa la mente y la entretiene, que derrite el ego y lo alimenta, que sosiega al alma y la preocupa. Pensándolo bien, volver a trabajar está siendo la mejor medicina de todas. Nunca he concebido vida sin trabajo, al igual que me sucede a la inversa, pero creo que en su justa medida una combinación perfecta de ambos es un antídoto contra lo insufrible y una mansa manera de aceptar la vida como se acerca hasta ti. Mañana comenzaré mi jornada con la ilusión de volver donde me siento yo, donde me encuentro, donde puedo dar, al lugar donde crece el árbol de la vida, al rincón imperceptible de la psudorealidad personal que alivia el sufrimiento. Aunque tuviera todo el dinero del mundo me verías por allí, quizás no me guste estar ocioso, tampoco excesivamente ocupado, ni soy el ejemplo de nada, además con la que está cayendo como para quejarse. Siento la necesidad de sosegar la tempestad.

jueves, 26 de agosto de 2010

Primer día de cole

Esto de la tecnología es lo que tiene, pero los caprichos del universo a veces te rozan de lleno. Me da por escribir del trabajo y sinopsis de la vida, mi sobrina se empeña en publicar sus primeras palabras de su primer día de colegio en su primera bitácora. Yo le di la pluma digital y ella dio sus pinceladas a modo de buena escritora, con esencia de modista, y talento de artista infantil liberada de los estúpidos prejuicios que nos persiguen a los adult(er)os. Ahí queda eso.
Dentro de poco empiezo el cole y paso a tercero. Cuando llegue hablaré con mis amigos y le contaré las vacaciones y como me lo pasé en la playa. Este año tengo una profe nueva que se llama Gloria y es muy buena. Tenemos un uniforme muy bonito, la falda es de cuadritos, y la camiseta es roja con el nombre de nuestro colegio. Los zapatos son color azul oscuro, y queda muy bonito el conjunto. Mi madre no me va a comprar el chandal porque educación física nada más que es un día a la semana. Paloma.

lunes, 16 de agosto de 2010

Exactamente...

De todos los momentos del día, hoy me quedo con este. Sé que será el mejor, no he vivido más, pero tengo la extraña sensación de que acaba de llenarme por completo. Gracias. (Aún no se ha puesto el sol)

sábado, 7 de agosto de 2010

En tierra, mejor moverse

¿Y si todo parara por un momento? La pregunta que tantas veces me golpea la sesera para sentirme más libre y salir de la irremediable dinámica del tiempo. Hoy, me encuentro un artículo de esos que, intentando ofrecer respuestas claras, deja miles de preguntas y millones de reflexiones adyacentes: ¿Que pasaría si la tierra dejara de girar? La pregunta tiene una semántica escalofriante pero su propia lectura causa esa sensación de ingravidez de los `cacharritos´de la feria. La respuesta no es extremadamente convincente ni científica, tampoco la requería, pero me deja un saborcillo que mastico inquieto imaginándolo antes de leerlo. La cifra que más me impacta es la velocidad de vuelo rotatorio que estamos experimentando, incluso ahora mientras disfrutamos de una relajada lectura: 1700 kilómetros por hora en su punto más álgido, es decir, en el ecuador, y velocidad nula en los polos (y algunas quejándose porque el viento les mueve su pelo recién planchado). La segunda de las conclusiones directamente me litifica, si le diera por parar al globito saldríamos disparados por pura inercia, desaparecería la fuerza centrípeta que nos tiene atados y volaríamos en pedazos por el universo. El planeta quedaría estructurado en una masa de tierra que dividiría dos enormes masas de agua. Y la última y más previsible a los mundanos, o al menos, la primera que me rondó los labios antes de que mi prudencia callara mi ignorancia; contaríamos con días y noches de seis meses. Sin duda una manera diferente de vivir, un cambio profundo y sustancial. De todas, me quedo con esta última, y de ella, con los seis meses de noches, casi doscientos días contínuos disfrutando de la libertad lunática de oscuridades de ensueño y relax. Pero claro, sabe Dios lo que costaría eso al país, y al propio planeta, e incluso a la luna que no creo que pueda soportar tanto tiempo en vela, ni muchos podrán con su tanorexia olvidar a su preciado Eros. Mejor que esto no pare como decía alguna cancioncilla repetida, que todo siga igual, y que aún siendo profunda, la crisis no llegue a los estertores de nuestra tierra.