jueves, 13 de mayo de 2010

Perdón

Con la libertad ideológica de quien se siente sin ataduras, desde la cómoda perspectiva de una forma de vivir elegida y personalizada, cuesta comprender la vida cuando vienen a pellizcarte donde más duele. A nadie le sobra lo que aprecia y nadie se quiere desprender de algo que le costó, le cuesta, y no es un regalo sino un derecho adquirido. A nadie miraba mal cuando hasta los pasos callejeros tenían valor de mercado, no odiaba a ninguno de los que dispensaba el metro cuadrado de choza a precio de palacio, ni despreciaba, ni tan siquiera con la mirada a quien lucía nuevo carro fruto del engaño, la especulación y las manidas y consabidas adjetivaciones de lo que daban en llamar el negocio de moda. Paciente y abnegado en mis costumbres, en mis creencias y en los valores que me intentaron inculcar los que tanto aprecio. Hoy, cuando creía haberme ganado un ápice de esa dignidad con mi trabajo, mi esfuerzo y las horas que dediqué a una de mis pasiones, me he dado cuenta que estoy muy equivocado. Me lo recordaron ayer, pero me lo recordarán durante un par de años a razón de un cinco por ciento cada mes para que no olvide que fui mal ciudadano. Y es que no pagué el flamante deportivo de mi vecino, aquel que se compró con los trece pisos que adquirió y revendió, no ayudé tampoco a construir las viviendas de aquel terreno que pensaba era para construir una escuela y terminó siendo un paraíso de lujo construido por pobres obreros de sol a sol por tan solo cuatro mil euros al mes. No escarmentado con mi osadía, cometí el error de no ayudar a esos impulsivos y luchadores currantes que compraron un chalet de lujo al que aspiraban con sus sueldos mileuristas. He sido un abnegado luchador, pero solo para mi, me olvidé compartir, de dar parte de mis riquezas, de entregar todo cuanto tenía, me olvidé de los demás. No os preocupeis tengo veinticuatro meses para ofreceros tan solo el cinco por ciento de mi esfuerzo, como no, para eso estamos los que no supimos aprovechar los excesos, perdón por mi individualismo, torpeza, ignorancia y acritud, prometo recompensaros.

sábado, 8 de mayo de 2010

dioses de andar por casa

He visto vagabundos dioses sin paraíso, reyes sin corona que pisan alfombras impolutas de residuos de su propia ignorancia. Pero lo peor no es que estén, lo peor es que hagan padecer y algunos los mantengan. Ahogados en la inferioridad aplastante de un ego absuelto de dignidad y preso de las falacias de una pobre infancia, amasados en odio en polvo de lactancia y repartiendo deidades y mentiras para sobrevivir del yugo de las hienas que dice ver en quien solo siente pena y compasión de tan inocente, inútil y perversa mente de cuerpo frágil.