jueves, 19 de febrero de 2009

Libertad

Estoy almidonado en montañas de reflexiones que quiero hacer mías y rehuir, me da miedo pensarlas y pánico abandonarlas. Mientras la tragedia sobrevuela el paraíso fingido, y las lágrimas han convertido en insalvable la desgracia, camino con respuestas sin preguntas que se disuelven en la ingravidez de su proporcionada desmedida. Eufemismos exagerados que merodean una falsa democracia, una idealización que no habita más que en nuestras mentes y un silogismo tedioso que ya cansa. Libertad. Y millones de libertades, y libertinaje, y liberación, y dominio, y libertad propia fusionada con usurpación de esta facultad ajena. Confundimos, nos confunden, evadimos y nos evaden, pero el caso es que sigue durmiendo latente el inconformismo humano con la desidia permanente de una reconocida ignorancia que es más miedo que verdad.
Llevo toda una vida cegado por destellos de libertad tras un cristal opaco de lágrimas acuosas en un país que exporta a voces la irrealidad. Me descorcho a risas cuando oigo a Jarcha cantar mentiras, o quizás mejor, utopías inalcanzables -valga la redundancia-. Libertad sin parangón en feudos donde si apetece rebano la vida de quien siento poseer, donde observa al otro lado un ojo que Orwel desenmascaró y que hoy no vemos; porque nos ve. Libertad en el paraíso del bienestar donde ando cauteloso, y persigo con mi mirada y los dedos de mi tacto la cartera donde guardo algo más que recuerdos que me puedan sostener. Libertad en un país repleto de llaves, prohibiciones y lugares reservados, libertad con miedo, resquemor, y páramos inaccesibles.
Mi retiro laboral, comienza a ser algo espiritual, idílico, un remanso de paz interior centrifugada que necesitaba para vivir. Estoy contagiado de una vida mansa, donde puede dormir la conciencia sin cerrojos, donde pasear no se convierte en un cruce de miradas intuitivas que descifren el peligro a palmos antes de que sea tarde. Pedazos de libertad que no se cobran, momentos que no necesitan elegir sitios sino parar donde apetece. Elegir un compañero involuntario de paseo en algún recóndito lugar sin sentir el pulso acelerado a golpe de imaginación anticipada. Estoy descubriéndola calma y sentada en el paseo junto a la fuente, emanando de cada sorbo naciente, de cada suspiro de aire de esta sierra maravillosa. Pero ando perdiendo la inmunidad social, la armadura incorrupta que forjé con diamantes troceados, el muro infranqueable hacia lo desconocido lo he tumbado con un manotazo de confianza chorreante que me estremece. Ahora que te conozco tengo miedo, y no se si es perdición de esta condición humana o pánico a no ser entendido más allá de estos lugares de pérfida, absurda, incrustada, bienvenida y bendita libertad.

miércoles, 11 de febrero de 2009

SOL

No se si es porque me estaba acostumbrando al frío, a la soledad de grises que me contagiaba un peso depresivo que me corrompía, o tal vez que añoraba tanto la luz que preferí resignarme a la lluvia de sombras oscuras. Pero esta mañana al cerrar el portón de madera de mi casa parecía que había dejado atrás el invierno de un portazo. Me había dejado la cabeza en algún sitio olvidada o no caminaba conmigo. Se había quedado oliendo la mañana, viendo la mezcla de azules con la que despertaba el día, bebiendo cantos de pájaros que hacían sonreír a los veladores del paseo. Llegué al trabajo sabiendo que me olvidaba la memoria, pero estoy tan acostumbrado a vivir sin ella que no me sorprendía. Vivir con luz te hace ver las sombras, añorar la oscuridad y desearla, querer de una forma distinta, ver la realidad que abrazas y sonreír. Hoy es distinto, hoy ha salido el sol y parece que el esmalte de la vida brilla a pesar del sarro que lo atormenta.

jueves, 5 de febrero de 2009

Pasear

Puede que deba de cuidar el cuadernillo, o venir a apuntar más a menudo pero lo cierto es que el tiempo me gana. Va por delante y cuando logro alcanzarlo he perdido a mi compañera inspiración. Será la lluvia copiosa, o la tarde desgastada, o tal vez el olor a humo del garito enfermizo del que acabo de salir el que me ha contagiado el noctámbulo pensamiento bohemio que tengo.
Me gusta volver a pasear por estos rincones sin salidas, es como un paseo ajardinado de arcoirirs derretidos que van pulverizando tus ideas, que atormentan prejuicios pero que logran enrojecer la conciencia, alegrar el alma y contornear los espacios muertos del pensamiento. La vida del blog, de la pluma que vive detrás de un cristal humedecido que respira profundo, los diccionarios de bolsillo que cuelgan de pequeños paraísos que se hacen grandes al conocerlos. Teorías de un desorden muy organizado, tabernas de buen vino en tinta, interjecciones de una vida sorprendente, llena de olvidos -y recuerdos-, caballeros, y damas que piensan, que retuercen lo cotidiano para extraer de todo un poco, voces entrañables de momentos de radio, luces y sombras de una manera de entender el paraíso. Retales que navegan, que mueren en el mar y en sus orillas, pero que dejan un perfume imborrable en cada estrofa de la partitura de mi vida.
Y descubrir, sobre todo descubrir, abrir despacio esos viejos portones que crujen y tras ellos una luz tenue de mesilla baja, voz aletargada en el silencio y miradas de primer encuentro. Descubrir.