Preso de los sueños que aun siguen navegando por la orilla de un verano intenso e interminable que hoy cierra sus puertas para dar paso a la obligación. Casi sin presumir de amistad ha llegado la hora de reencontrarse con los recuerdos, con los de siempre, con esas mañanas que saben a pereza y rancios despertares. Pero una ilusión nueva recorre cada rincón de esa maleta llena de sueños, de poemas por escribir, de letras que esperan un destino que se multiplica al llegar al lugar elegido. Tan blanco y dulce como lo recordaba, estaban todos, no faltaba nadie de los que siempre suelen llegar, los gritos, los sueños, los primeros llantos, las despedidas fugaces, estaban todos. Aquel pupitre de madera, hierro verde fundido al cajón lleno de sabias inscripciones, coloco mi estuche recién comprado, y rezuma ese olor a nuevo inconfundible de los libros al airear las páginas que han de ilustrar el difícil camino que acaba de comenzar. Veo como abre lentamente la cremallera de su plumier, sutil, como si fuera a romperse si empleara mas fuerza en la operación, sostiene en su mano derecha el bolígrafo cromado que compró ayer en la papelería del barrio y escribe la fecha en su cuaderno blanco, como quien comienza la novela con la pluma entintada y dilatando su finura empieza a crear el nobel de sus sueños.
Hoy ha vuelto Don Juan a explicar cómo quiere que hagamos las cosas, cómo vamos a organizar el curso. Todo son buenas intenciones, todo son sueños por cumplir, y como si no hubiese vuelto, regreso allí, a la orilla, y veo el barco en el que zarpamos. Una nueva aventura, una travesía, las mas larga parece, pero no será la última. Tenemos buen capitán y eso es lo importante.
Quiero empezar a leer el diario, a que se cumplan los días, a que pasen unas tras otras las semanas llenas de anécdotas, de locuras infantiles que nos hacen aprender. Yo también, ya me pesa esto de estar dedicado a otros menesteres, quiero volver allí a aprender de vosotros, a que nos riamos al amanecer con ese sol que atraviesa el ventanal de las caracolas de Palomares, o a aguantar los rayos penetrantes de aquella ventana que tenía la persiana rota de Pozoblanco. Quiero volver a los patios helados de Úbeda, a la sonrisa pícara de Santi cuando se escondía las tizas en el babi, os echo de menos.
Yo también quiero volver con vosotros, a soñar, a reir, a descubrir cada mañana que la vida puede ser maravillosa, que sois lo mejor de este mundo y que todo tiene sentido cuando el hombre aún no ha crecido lo suficiente como para dejar de amar lo que ha aprendido como niño.
2 comentarios:
El niño que fuimos pierde contacto con el hombre que ese niño llegó a ser...mal asunto si ese momento llega.
Nací un veinte de abril a las doce de la noche. Una amiga me hizo la carta astral y me dijo que soy Tauro, por un pelín de nada, pero Tauro.
Un saludo.
Es curioso como sentimos la necesidad de crecer cuando somos pequeños y de volver a ser esos niños cuando la vida empieza a golpearnos duro. Hay mucho que aprender de ellos, sobre todo esa manera de enfrentarse al mundo en contra de todo, normas, barreras y prohibiciones. Son los más valientes del planeta sin saberlo; que pudieras compartir esos momentos con ellos es maravilloso, y los seguirás compartiendo si es ese tu deseo. Cuando lo hagas, enséñales a no querer dejar nunca de ser niños.
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