sábado, 22 de agosto de 2015

Discernimientos del analfabetismo

Sabes que existir es la distancia que separa tu vida del olvido. Sabes que el olvido es la metamorfosis cruel del odio y la envidia. Sabes que la envidia es el sueño incumplido de los cobardes. Sabes que los cobardes siempre viven acechando a los nobles con sus miserias. Sabes que las miserias son victorias olvidadas y riquezas apagadas en la lumbre del éxito. Sabes que el éxito es una ilusión visceral del alma que vive en cada uno. Sabes que solo uno basta para que sea todo, y sabes que hay algo perpetuo e indivisible, ese que todo lo vence y nada le puede: el amor. Sabes que el amor es el crisol univoco de todas mis fuerzas, la hipotenusa cuadrada de mis desdichas y el vértice tupido donde se esconden mis miserias con el esfuerzo y el olvido, como guardianes de lo extinto, como ángeles de lo olvidado y arcángeles de un tesoro que no es mas que el secreto de la humanidad.

sábado, 15 de agosto de 2015

Arcanos

Ya te dije que era innecesario todo esto, sabía que pasaría, sabía que algún día contártelo todo destrozaría la epidermis que nos separaba. Y se fue resbalando de tus manos como un juramento empolvado, como un verso cae de unos labios, como un juguete cae de las manos de un niño. Así, golpeándose contra el más rudo de los pisos, abatido entre paredes blancas que ruborizaban con su eco el arrebato. Así cayó lo nuestro, nuestro secreto, como el absurdo misterio que lo separaba de la vida. Y tal vez sea tu sonrisa cómplice, o el ardor de tus ojos, o el temblor de tus labios al callarse, o tus manos despedazadas en una carrera inmóvil hasta mis brazos, o aquellas palabras que silenciaste, o tus idas y venidas, o tus sueños, o aquello que pensabas y estaba escrito. Quizá por todo y por nada, por un puñado de lecturas que hicieron mis ojos al mirarte supe que nada tenía más importancia que tú, ni siquiera nuestro secreto.

Ausencias

La rutina es la escalada imposible hasta el perfil de tus labios, el amanecer de sábanas blancas lanceadas en tus brazos, es un telón de celestes que se confunden con tus ojos. La rutina es un café con versos, la desnudez de una mirada vertical sobre el crepúsculo de un puñado de sentimientos. La rutina muere en silencio y despierta asustadiza en manos de un mundo perverso. La rutina alquila perseidas para ciegos, empeñada en escribir poemas para analfabetos y en pintar paredes en el suelo. La rutina pervive en su inútil persistencia, ahoga su paz y su criterio, pernocta en la vida del rico y muere en las noches del pobre. La rutina es cruel y viste de ausencia cuando se la busca, es digna de quien la aprecia y traidora con la impaciencia, es inspiración y línea clara, es sopor y distancia. Rutina, bastión de los cobardes, bastidor de los indecisos y china perversa del combatiente, adorado tesoro del pobre, aldabón jubiloso del confort del inestable, penuria injuriosa del incombustible, pirámide inconclusa del soñador, reto, tangram quisquilloso del vividor de sueños, del loco agonizante, del escritor que nada escribe porque tu ausencia lo hace responsable. Rutina, resquemor y prurito ignorante del desamor, muere conmigo hasta la muerte y deja para mi, de ti lo mejor. Rutina, yo sé de ti lo que quiero utilizarte, yo sé que contigo puedo imaginarme, yo sé que necesito de ti todo lo inesperable, incluso tu ausencia, pero deja de olvidarme.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Háblame

Me tiembla el espíritu rocoso de muralla, se amilanan los mimbres de armadura invencible y se desvanece el ardor frenético de la tenacidad cuando deslizas esa forma de observar.


Todavìa no hemos entendido que el mundo está hecho de pedazos, de trocitos minúsculos que lo puzlean, y de miradas. De ojos que miran y se miran, de reflejos de la vida que sucede ante ellos, de hermosa plenitud, de belleza exhausta y necesaria, de palabras irisadas, de corneas cristalinas de esférica verdad. La pureza y el alma en una sola mirada, la verdad y el amor en unos ojos, la rúbrica infalible de la ternura, la absoluta plasticidad de sus colores y la hermosa cortadura del marfil de su plenilunio; crisol de sueños y preludio de un mundo mejor. 


Allá donde estén tus ojos, allá donde escribas tus sueños, en aquel lugar donde el mundo respeta tu dignidad como nunca lo hará, en la resistencia ignifuga y planetaria del amor, allá, has de saber que el amor no puede medirse ni por latidos ni por palabras, ni por gestos ni por ausencias, el amor se mide por la mirada. Por la luz de aquellos ojos y la hermosura de sus versos, por lo que dicen y por lo que callan, por lo que saben y por lo que aprenden, por lo que sienten y lo que hacen sentir, por lo que observan y por ser mirados, por su calado y por su hondura, por su prestancia y su plenitud, por el sencillo gramaje de su amor, y por las curvas que dibujan en los pómulos; por las pasiones que mueven y, porque tú yo sabemos que, mirar no es una forma de ser únicos, sino un modo de sentir, de apasionarse, de amar lo amado y una forma justa y equivalente de agradecer la vida, de tomar y ser tomados. No espero más, que el inmenso paraíso de tus ojos, las letras cristalinas de tu diario, y la verdad, lo demás, ya lo compro a diario, a veces sin querer, a veces queriendo y otras tomándolo prestado.