domingo, 23 de noviembre de 2008

¡Espera!

Idas y venidas sin perderse en el camino. Ese es el reto que por ahora me he impuesto. No perderme, ni a mi ni al tiempo que me deja vivir, o más bien en el que vivo. Y es que tengo la sensación de llegar tarde a cada momento de mi vida. Esto empieza a correr tan rápido que no se si me hacen falta unas vacaciones o tomarme las prisas con mas pausas, o tal vez detener los pasos cuando mis pies anden sin que nadie los mande. Ni tan siquiera he tenido espacio para leer a gusto como me apasiona, de rebuscar en los rincones novelas encorsetadas, de desenrollar pergaminos con tintes de vida, de humanizarme con vidas paralelas. Me agota esto de no sentirte tuyo, de no poder parar el tiempo. Estoy cansado de ver amaneceres que anochecen antes de nacer. Quería volver a escribir algo con pausa, de abrir mi paraíso más a menudo para contaros retales que pienso e intento escribir para compartir. Hoy lo veo todo como si incrustara los ojos en las cristaleras del ave e intentara fijarme en el último punto de color negro que veo tras el cristal. Es desastroso. Tengo que parar la máquina o terminará por arrojar tornillos a lo loco, por destripar las paredes a chorros de tinta negra. Quiero que se detenga un poco todo para tomar ventaja. El caso es que necesito más tiempo del que tengo y eso, además de egoísta es inapropiado e imposible. Lo dicho, que intentaré volver con algo de pausa al paraíso o terminaré por hacer horas los segundos por más que la esfera quiera parecerse a quien no sabe. ¿Es que solo tengo yo prisas? si a mi la vida me va bien con sus pausas, su cadencia que sin ser tediosa tiene un compás que le da sabor, pero es que se acortan las horas a un ritmo que me preocupa. Será cuestión de seguir buscando huecos en la piel perforada de la vida.

2 comentarios:

Juanma dijo...

No hay que ahorrar tiempo, hay que derrocharlo...
Un fuerte abrazo.

La gata Roma dijo...

Últimamente hablo mucho de eso, de cómo corre el tiempo y de cuánto me gustaría pararme, simplemente a verlo todo, a alegrarme por lo bueno que me está pasando y a llorar por lo malo, a respirar y a pensar… pero no puedo, tengo el complejo del conejito de Alicia en el País de las Maravillas, ese que repetía una vez y otra aquello de: llego tarde, llego tarde…
Kisses a contrarreloj