Cuando ando buscando respuestas siempre hallo mil preguntas, cuando tengo mil preguntas nunca encuentro las respuestas, pero el caso es que hasta estos pequeños caprichos de la existencia me siguen pareciendo interesantes. Dudar nos hace tan fuertes como existentes, tan sagaces como vivos, vigilantes, y yo creo que hasta nos hace crecer con una sibilina inquietud que hace de ti una persona que no conocías. En esas andamos, detrás del capricho de esta existencia indolora con su perenne alternancia de vientos que soplan a su antojo como un papelillo callejero caído en lo alto de alguna plaza y viajando por el duro empedrado de mármol del castizo barrio bajo.
A veces, cuando sientes que la duda es una forma de existir, el cansancio se hace tan fuerte que termina por deprimir las miradas y ensimismarlas en un hastío difícil de curar, con risas acristaladas que solo viven en rostros ajenos. Pero cuando la sensación es tan sutil como pasajera, es como recorrer el precipicio de puntillas por su afilado canto con la mirada baja y temerosa. Se tratará de no afilar las uñas que te sostienen ni hacer fuerte los colmillos que revuelan tu sien, tan solo acariciar el péndulo con una sonrisa, con el temple nervioso de quien se sabe suficiente para sufrir con las dosis justas de paciencia.
La vida tiene estas cosas, estos sueños de cristal que solo han de romperse cuando amanece, estas pesadillas llorosas que duermen detrás de la cortina rusa y ese nervio tembloroso del sentimiento que aniquila el triunfo. Y todos duermen en ti, en el valor de los brazos que te sostienen, en los labios que sonríen a tus errores, en los sueños, y en como te piensas para triunfar, como te ven tus ojos y cómo te sientes tus manos. Hoy seremos mejor que antes, y mucho peor que después, tal vez, mañana, pero sería osado dar grandes zancadas, porque podemos caer siendo nada.