Sí. Es ese abismo neutro en el que pareces caer casi por la
inercia corpórea de esos segundos que pasan y te van acercando sin merecerlo.
Ese impulso galopante que manosea tu espalda a golpes, que lleva tu cerebro por
delante pero te hace caer de rodillas como un niño que no quiere, pero
desfallece. Lo maravilloso de este mundo es entonces. Cuando vas a caer con el
paso inerte y los ojos invertidos al paraíso o qué se yo, sólo entonces bajo
tus pies se torna firme lo terrenal, se vuelva tersa la piel que se tragaba tus
lágrimas en su manto de polvo. A veces la luz y la suerte conviven con la
humana existencia para dar forma sencilla a los sueños, para colorear las
tardes que la lluvia turbó con su manto gris y un arcoiris incoloro y
desganado. Sólo entonces te das cuenta que a veces es bueno que vengan a
decirte lo banal de tu existencia, lo inservible de mirar de reojo, lo inútil
de caminar buscando chinas en el camino y lo absurdo de detenernos a la orilla
de los ríos cuando hay mares esperando al final del camino. Me alegro, a veces,
de encontrar el abismo para saber que nunca es tan hondo el frágil hueco en el
que caímos como el sentido del camino que caminamos juntos. Me alegro.
Primer viernes de Cuaresma
-
Primer viernes de Cuaresma, minutos antes de las siete de la tarde. Por
lontananza, recortaba la moderna silueta de las setas un atardecer
machadiano, ent...
Hace 1 año