sábado, 15 de marzo de 2008

Cuando nada parece ser lo que ha sido...

Va todo tan deprisa que cada instante de mi vida se convierte en recuerdo por más presente que quiera serlo. En mi lucha inútil con ese segundero de acero que aplasta las yemas de mis dedos, como el minarete que oculta el sol del ocaso, sigo mi lucha acalorada.
Y es que cada día se esfuerza en recordarme la inexorable marcha temporal, el latido profundo e irrevocable que hace pretérito cada instante. Hoy era maravilloso, hoy fue aquel día, de aquellos años, y siguen resvalando por mi memoria, como la miel en los labios del frasco, todos los recuerdos de mi niñez, de mi semana grande, de mis Viernes de Dolores. Hoy ha cambiado tanto, que cuando miro a mi alrededor, necesito mirarme para reencontrarme, para entenderme, para buscar explicaciones que ni yo se darme. Los sueños que dibujaba aquel niño, con el humo del pabilo que vacilaba en la cúspide cremosa, se derriten como las lágrimas cerosas que desprende el cirio. Ya nada parece ser lo que era, o será esa extraña sensación, pero siento que me han arrancado pedazos que recupero al volver. Hoy empieza a ser Viernes de Dolores, hoy, ha cambiado, ya todo parece ser como antes, hoy fue distinto, pero parece que hemos sobrevivido.

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